domingo, 30 de diciembre de 2007

Y en la mañana…

La mujer se despertó con un dolor de muelas escalofriante. Lo sentía bien atrás, pero la presión le llegaba hasta la punta de la nariz. Era insoportable.

         Cuando empezó a abrir los ojos tuvo la esperanza de que salía de un sueño: de repente lagrimeó, sintió los cachetes mojados y el sufrimiento se convirtió apenas en una leve molestia. Aun así, muy angustiada como era, fue al baño corriendo a verse los dientes en el espejo.

 

         Sus ojos estaban rojos e hinchados, pero no encontró nada que le preocupara en la boca. En ese instante un objeto voló detrás de ella. Vio apenas la mancha en el espejo. Era algo pequeño y claro que salió de la bañera y se fue por una parte rota de la ventana. Ese hueco en el vidrio era nuevo y la mujer no lo había visto antes. Abrió la ventana completa y miró el cielo… era morado, con nubes anaranjadas intensas, y el sol estaba escondido.

         ¿Que hora es?, se pregunta, se asoma al cuarto y da un brinco al percatar muchos animales pequeños ¡por todos lados!. No los había visto cuando salió apurada al baño.

         El corazón le empezó a hacer mucho ruido. Luego la respiración acelerada, y cuando vio que todos los animales se voltearon a observarla a la misma vez, llegó una sensación de que se le secaba la boca. Estaba entrando en pánico; estaba tan asustada que se le olvidó que tenía mucha presión en la cara.

         Algo le llamó la atención: ubicado a la izquierda de su mirada, cerca del closet, había un gallo. No era el único animal de esos en el cuarto, además de tortugas, iguanas, ranas, búhos… y muchos mas; esos son de los que se le grabaron durante la confusión. Todos estaban cerca de la pared donde está la cabecera de la cama, por eso no había visto ni pisado a ninguno. Vio que se movían insectos de muchos tipos entre los animales. Ninguno le hacía daño a otro, en una mezcla de bichos en donde había hasta culebras y gatos. Parecía que se manifestaba una pauta de respeto e igualdad entre todos ellos, excepto uno.

 

         Absolutamente todos la miraban atentamente. No parecían asustados sino serenos, pero cuidadosos. El gallo a la izquierda también la miraba. Él era diferente. Irradiaba algo tan poderoso: una sensación de delirio y arrogancia, que la mujer llegó a creer que veía los rayos de luz tejiéndose a su alrededor. Parecía que producía esa luz tan ligera de su propio cuerpo.

 

         Las miradas se mantuvieron apenas unos segundos que se hicieron largos, pero el trance se interrumpió cuando una paloma gris chocó duramente contra la ventana del cuarto. Parecía desesperada por entrar. Revoloteaba frenéticamente y seguía dándose golpes contra el vidrio. Uno de los animales del cuarto lanzó un chillido agudo y enloquecido. Todos los demás empezaron a hacer ruidos que parecían de agonía mientras miraban a la paloma. La mujer la veía con la periferia del ojo, pero su concentración seguía puesta en el gallo, que nunca le apartó la vista. El pánico se empezó a convertir en una ansiedad que se contagiaba del murmullo y los gritos de los animales.

La acción lógica en ese instante era abrirle la ventana al pobre animal, pero sin saber por qué, la mujer dio tres pasos largos y cerró completamente las cortinas. Esto la hizo sentir incómoda, pero el murmullo de los animales empezó a bajar hasta que se calmó totalmente. El gallo, sin quitarle la vista, dio varios pasos para acercarse ella.

 

         Algo sucedió entonces: la mujer se hizo conciente de que el gallo le transmitía órdenes y sensaciones. Le llegaban ideas claras sin razonamiento previo, y lo que se le ocurrió en ese momento fue que los animales necesitaban la ayuda de un ser pensante que les enseñara a construir algo que no conocían. Querían construirse una cultura. La mujer dudó un momento. No terminaba de captar qué debía hacer.

No entendía bien pero algo que vio en los ojos del gallo le hizo deducir que no le quedaba mucho tiempo para ayudarlos. Bajó la mirada para verse la franela y se dio cuenta de que había estado sangrando por la nariz y las encías. Se volteó al escritorio para buscar papel y lápiz…

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