miércoles, 16 de enero de 2008

Usa Protector Solar

Para reflexionar...

Manual del Conductor Venezolano

1.- Al encender su carro: pida al Dios Todo Poderoso que lo cuide y proteja contra los peligros que encontrará en las calles venezolanas. Tenga mucho cuidado con los conductores en retroceso, esta clase de conductores son muy famosos por salir en retroceso desde sus puestos, sin importarles mucho lo que pueda haber en el camino. Si se encuentra con uno de estos "conductores" entonces usted podrá poner en práctica el saludo venezolano de "conductores".

2.- Saludo venezolano de conductores: para saludar a un conductor venezolano, baje lentamente su ventana y con un tono grave y fuerte diga: "EL C**O DE TU MADRE", puede incluirse al final de la expresión algún adjetivo calificativo como: "HIJO DE LA GRAN P**A", "DESGRACIAO" (escoja el mas adecuado). De todas maneras, esté siempre preparado para responder con un "VETE A LA MIE*DA" o "LA TUYA". En caso de que el otro conductor lo haya saludado primero. Puede acompañar el saludo con señales producidas con el dedo mayor de cualquiera de sus manos.

3.- Luces de cruce: si un conductor en otro carril enciende sus luces de cruces con la intención de cambiar de canal, no le de paso. De hecho, pise el acelerador y póngase próximo a él. Es probable que el conductor intente saludarlo, pero usted ya sabe exactamente que hacer (ver párrafo anterior referente a Saludos Venezolanos de Conductores).

4.-Semáforos: estos interesantes artefactos suelen encontrarse en las intersecciones de las calles sin tener ninguna razón de existir, pero ahí están. Es muy probable encontrar conductores detenidos observando como cambian las luces de colores (una experiencia fascinante). Los policías de tránsito creen que cada color tiene un significado (distinto al conductor) y que este debe respetar.

a.- Luz amarilla: ¡DALE QUE VIENE LA ROJA! b.- Luz roja: esta luz le permite el pase a 5 o 6 carros más después de su encendido. c.- Luz verde: reduzca la velocidad y espere que 5 o 6 carros atraviesen su luz roja.
Nota: es vital tocar la corneta a los 1.5 segundos del encendido de la luz verde.

5.- Cambio de canal: antes que nada, no importa lo que vaya a hacer, nunca encienda sus luces de cruce, de lo contrario provocara la reacción adversa del otro conductor (ver Luces de cruce). Observe al conductor que viene por el canal al que desea cambiarse y ante su menor descuido métase desenfrenadamente, se sorprenderá al darse cuenta que sólo necesita unos centímetros entre carro y carro. En ese momento será saludado (ver párrafo anterior referente a saludos Venezolanos de Conductores) por lo menos por 3 conductores. Para perfeccionar su cambio de canal realice esta técnica: Intente desacelerar su carro drásticamente y en cuestión de segundos, no deje de observar el fenómeno de reacción en cadena producido por el conductor de atrás, y en medio del caos cambie de canal y acelere bruscamente.

6.- Trancas: durante las trancas se realizan actividades muy divertidas:
a.- Toque su corneta; b.- Retoque su maquillaje (conductoras femeninas); c.- Pierda peso sudando como un perro si no tiene aire acondicionado; d.- Salude a otros conductores (ver párrafo anterior referente a saludos Venezolanos de Conductores). e.- Perfeccione su cambio de canal. f.- Hable por el celular (es más común utilizarlo mientras conduce). g.- Escupa fuertemente hacia la calle y luego mire los labios de los otros conductores mientras le dicen "mira ese puerco".

7.- Peatones: estos individuos son una molestia para los "conductores". En caso de encontrar uno de estos, acelere y muéstrele quién es el vivo. En las intersecciones, ceda el paso al peatón y cuando lo tenga en la mira tírele el carro encima. Si no llega a darle, puesto que estos son muy hábiles, no se preocupe, seguramente le habrá dado un buen susto y se ha ganado una mentadita de madre...

8.- Maneje con sumo cuidado: es decir, adelantese como pueda, pues lo importante es que usted llegue primero, es decir, su tiempo es más importante que el de los demás, incluso enséñeles como se transita de un canal a otro, porque lo importante es que usted tiene más derecho que el otro a llegar temprano.

9.- El arte de colearse: el Manual no puede excluir una importante sugerencia en la manera venezolana de manejar, COLEESE, a como de lugar, incluso es conveniente que si no lo dejan, se meta como si nada, que bien se va a sentir. Eso de la mala educacion, de la falta de conciencia, de ponerse en los zapatos del otro, de principios, no es con usted, especialmente será de ejemplo cuando vaya con sus hijos, una manera muy especial para enseñarles, como debe ser un buen venezolano.

Lilly: The World Map Master

Lilly es una bebé de 2 años y sabe la ubicación de todos los países en todos los continentes. Vean este video y asombrense con esta experta en geografía...

viernes, 11 de enero de 2008

La bajeza y el descaro: dos aliadas sonrientes


Escrito el 11 de enero de 2008

Quedó hecha pedazos. Nadie se tomó la molestia de recogerlos, sería inútil, el suelo está lleno de centenares, producto de constantes engaños que viven un corto transitar. Esa es la historia de las máscaras que han paseado por el rostro del Benemérito, un ególatra cuya podredumbre avanza tan aceleradamente que no le permite mantener ni pocas semanas la faceta de bienhechor. La caída de la última resultó polémica y vergonzosa. Con mucho ahínco y frente a la indignación del mundo racional declaró de manera evidente el apoyo a la causa de una organización terrorista. La negociación con unos pobres opositores que lo adversan es inútil, no lo merecen, ellos son un cáncer punzante que debe ser obviado en la medida posible y expuesto a quimioterapias eventuales. Es mucho más provechoso y correcto tratar a un grupo de asesinos narcotraficantes con respeto, con tacitas de café y abrazos. Ese es el proceder ejemplar de la revolución que, según sus voceros, sacará adelante al país.

Frente al Parlamento, ese circo repleto de acólitos falderos, el presidente soltó una de las demandas más descabelladas e irrisorias que se ha podido escucharle (y no son pocas). La solicitud fue este diamante en bruto: "Las FARC y el ELN no son ningunos cuerpos terroristas, son verdaderos ejércitos que ocupan un espacio en Colombia y hay que darles un reconocimiento, son fuerzas insurgentes que tienen un proyecto político que aquí (Venezuela) es respetado". (...) Esas palabras salieron de la misma cloaca que en otras ocasiones ha ensuciado y arruinado la imagen del país. De la misma forma, como suele suceder, la fetidez fue aspirada por los diputados como una fragancia de Coco Chanel, acompañada de aplausos y algarabía.

¿Hasta dónde llegará la inmoralidad y la entrega que tantas personas hacen a los delirios del caudillo? Nada de ideologías prehistóricas ni de entrega a sueños revolucionarios, a
nte esto muchos habrán de pensar dos veces. ¿El dinero, la ignorancia o el fanatismo continuarán promoviendo alabanzas frente a desvarío semejante? Aquí no hablamos de hermanitas de la caridad que de manera accidental han plantado bombas causantes de horribles mutilaciones, tampoco de benefactores que secuestran y someten inocentes a condiciones abominables con intenciones dignas de respeto. Hablamos de asesinos financiados por el narcotráfico, una cereza gloriosa para el pastel asqueroso que los caracteriza. Pero ese proceder le parece respetable al presidente, un sujeto para quien el fin justifica los medios. Tal vez la camaradería con los grupos terroristas le traiga dichosos recuerdos de las vidas cobradas en la canallada del 4 de febrero. No sólo eso, detrás de la porquería proferida hoy se esconden cosas de mayor gravedad.

La perplejidad ante la declaración estuvo acompañada del quiebre con la rectificación mencionada, esa en la que muchos no creyeron (el cuento del pastor y el lobo encaja perfectamente en las razones). Quienes aún se mantenían dudosos frente a lo mencionado en la publicación del 6 de diciembre, hoy pudieron percatarse de su certeza. Desistir sobre el tema de la reelección produciría úlceras letales al personaje que habita Miraflores.

En el discurso de hoy advirtió sobre la realización de un revocatorio a su mandato en el 2009. De realizarse, este tendría una curiosa variante anexada por él: Constaría de dos preguntas. La primera, relacionada con la verdadera naturaleza del referendo revocatorio, no significó novedad alguna; la segunda, absurda y fuera de lugar, trata de una "pequeña enmienda" para aprobar la reelección continua. Me produjo risa al principio. Por mi mente cruzó la imagen de este sujeto sudando, inquieto, sentado en su despacho raspando billetes de lotería en búsqueda de esa reelección que lo enloquece. Nada de discursos sobre reducción de jornada laboral, tampoco de leyes para la protección de los trabajadores. Lo suyo es la permanencia en el poder. Tal como lo dije antes, en cualquier cosa que plantee, en medio de cualquier propuesta, buscará arrimar ese antojo malsano. Esa era la verdadera finalidad de la reforma constitucional rechazada algunas semanas atrás.

Para nadie resulta difícil caer en cuenta de la enfermedad que El Benemérito presenta, la misma que muchos otros sujetos cuyos retratos ocupan los libros de historia padecieron. Esos en cuyas gestiones se evidenciaron los más sucios atropellos y las más vergonzosas tretas para sujetarse a las sillas presidenciales. Lo de las FARC y el ELN es indignante, asqueroso. Su tumba política es cada vez más profunda, resta esperar el momento en que la locura lo arroje dentro de ella.

jueves, 10 de enero de 2008

Mi Caracas


MI CARACAS

Era de esperarse de ANTÍMANO que se le PETARE EL PEÓN a Don RUPERTO LUGO, cuando conoció a LAS MERCEDES, ya que una de ellas le pareció de muy BELLA VISTA. Además, tenía pinta de ser CANDELARIA, porque desde lejos se le notaba tremenda ARAÑA en la BOYERA.

El se la llevó a su CAFETAL, se tomaron unos PALOS GRANDES y hablaron de las BELLAS ARTES. Ella dejó deslizar la SABANA GRANDE de su vestido, dejando ver claramente el HOYO DE LA PUERTA. Él se le quedó viendo ... y en su pantalón se abultó EL MARQUÉS de EL SAMÁN.

-"Siéntate JUNQUITO a mi", le dijo, con cara de PARQUE CARABOBO; y empezó a acariciarle el ALTO PRADO; después le agarro LOS TEQUES, bajando por VALLE ARRIBA, pasando por el EL PRADO DE MARÍA y QUINTA CRESPO hasta llegar a QUEBRADA HONDA, cuando le agarró el CHACAÍTO le dijo:

-"Oye mi amor, ya tengo el PALO VERDE, no aguanto más.... te quiero MONTALBAN I, MOLTABAN 2, y MONTALBAN 3 veces".

Pero cuando intentó bajarle la CARABALLEDA y entrar en el TUNEL DE LA PLANICIE, ella le pegó con un TAZÓN y le dijo:

"Conchale, tu si tienes las FUERZAS ARMADAS bien LONGARAY; si quieres LA HOYADA tienes que ponerte un CAPUCHINO. Además tengo precio."

El se quedó en EL SILENCIO un rato, y después de revisar su CUARTEL DE CATIA le preguntó.... "Por cuánto se COTIZA usted?".

Ella le contestó: -"Si quieres ver EL PARAISO y echar EL POLVORÍN eso te COTA 905 dólares, y si además quieres una MAMERA, entonces te COTA MIL.

Él le contestó en voz ALTAMIRA: - Caramba CARLOTA!, tu si eres CARAPITA. Te crees que yo soy tan MARIPEREZ para pagar tanto por eso?

Ella le dijo: - "Bueno, yo sé que esto es un poco CARICUAO, pero ese es el precio de EL PLACER".

Entonces se resignó diciendo: -"Es preferible que lo dejemos así.. yo mejor me monto en mi COCHE, me voy a mi CASALTA, me hago la BOLEITA y me doy un masaje en LAS CALIFORNIAS (Norte y Sur) ¡ C H U A O !"

Estudiantes vs. Oficialistas

Video de una animación flash que hicimos Bri y yo =D
Enjoy..

End Of World

Aquí les dejo el link de una animación flash que nunca dejará de ser buena.

http://www.endofworld.net/

La Tour Eiffel

Nunca había ido, me pareció muy a**echa y bueno aquí dejo unas fotos que tomé =P





Amanecer via Parque Nacional Morrocoy


Foto tomada por Angelique Soto.
Cámara HP 3mp

miércoles, 9 de enero de 2008

Hairspray


Personalmente no me gustan mucho los musicales. No porque sean malas películas sino, más que nada, porque consisten generalmente en una historia bastante interesante interrumpida por números musicales que pueden o no ser disfrutables y que no aportan nada a la idea general.

Pocos musicales son, entonces, los que me han gustado en esta vida. Descubrí que aquellos que me hacían salir contento del cine eran lo que utilizaban la música como un arma para mover la historia y hacérsela sentir al público con mayor énfasis. Los musicales de Disney de principio de los noventa son los filmes que mejor han dominado este arte, con joyas como La bella y la Bestia y El rey león, que duraban hora y media, y abarcaban toda clase de emociones sin perder un solo segundo.

Me gusta hablar bien de Hairspray porque no sentí, viéndola, que la historia se detuviera durante los números musicales. Además, no se siente que haya podido ser una puesta en escena teatral, debido a lo fílmica y divertida que es, los muchos ambientes que recorre y el movimiento acelerado de su historia.

A primera vista, parece una historia frívola y gustosa, y a más de uno le ha llamado la atención la idea de ver a John Travolta (arriba) interpretando a la madre de la protagonista (muy bien y muy femenina, por cierto). Pero la verdad es que Hairspray también asombra por el peso de su temática: la discriminación. La película no trata temas distintos a los de El color púrpura o La lista de Schindler, sólo que lo hace con trompetas, colores y laca. Verás del racismo, pensarás en el sexismo, odiarás los innaccesibles cánones de belleza que exige nuestra sociedad y, además, te reirás en el transcurso.

Por eso les recomiendo que vayan a ver Hairspray, les gusten los musicales o no. Y si no les gusta, me pueden pegar en la cabeza al día siguiente en clase y echarme la culpa.

Accidente letal (del cual salieron ilesos) de unos panas míos

El superviviente, de Stephen King. Un cuento, que deberían leer

Más tarde o más temprano, la pregunta surge siempre en la carrera de un médico: ¿Hasta qué punto puede un paciente soportar un shock traumático? Según las teorías, hay diferentes respuestas, pero, básicamente, la contestación esencial es otra pregunta: ¿Hasta qué punto el paciente quiere sobrevivir?

26 de enero
Hace dos días que la tormenta me arrojó a esta playa. Me he estado paseando por la isla toda la mañana. ¡Qué isla! Mide 190 pasos de ancho por 267 pasos de punta a punta.
Además, por lo que veo, no hay nada que comer.
Me llamo Richard Pine y éste es mi diario. Si me encuentran (o mejor, cuando me encuentren), puedo destruirlo fácilmente. No me faltan cerillas. Cerillas y heroína. De las dos cosas tengo enormes cantidades, aunque ninguna de las dos valga nada aquí, ja, ja. De modo que escribiré. Al menos, para pasar el tiempo.
Para decir toda la verdad —¿y por qué no?, ¡tengo todo el tiempo del mundo!— debería empezar por aclarar que, cuando nací, en Little Italy, el barrio italiano de Nueva York, me llamaron Richard Pinzetti. Mi padre, que era un desgraciado, procedía del Viejo Mundo. Yo quería ser cirujano. Mi padre se reía a mandíbula batiente, me llamaba chalado y me mandaba a buscar otro vaso de vino. Murió de cáncer a los cuarenta y seis años. Me alegró.
Empecé a jugar al fútbol en el instituto. Fui el mejor jugador de la historia local. Jugaba de defensa. Durante los dos últimos años recorrí todas las ciudades de los Estados Unidos. Odiaba el fútbol. Pero si eres un chaval pobre, que vive en una casa barata y quiere ir a la universidad, tu única oportunidad es el deporte. Así que jugué y conseguí una beca para atletas.
En la Universidad seguí jugando hasta conseguir una beca de estudios completa. Entonces, lo dejé. Iba a estudiar medicina. Mi padre murió seis semanas antes de mi graduación. No me importó. ¿Acaso creéis que me hubiera gustado subir a la tarima para recoger el diploma y ver aquella bola de sebo allí sentada? ¿Les gusta a las gallinas viajar en metro? Además, ingresé en un club estudiantil. No uno de los mejores, con un nombre como Pinzetti, pero, después de todo, era un club.
¿Por qué escribo todo esto? Es bastante divertido. No, me rectifico. Es extraordinariamente divertido. El gran doctor Pine, sentado en una roca, en pantalones de pijama y camiseta, en medio de una isla que se puede cruzar con un salivazo, escribiendo la historia de su vida... ¡Tengo hambre! No importa. Escribiré la maldita historia de mi vida, si me da la gana. Al menos, así no pensaré en mi estómago. Espero.
Cambié mi apellido por el de Pine antes de empezar los estudios de medicina. Mi madre me dijo que le había partido el corazón. ¿De qué corazón estaría hablando? Al día siguiente al del entierro del viejo, le estaba guiñando el ojo al judío de la tienda de la esquina. Para tratarse de alguien que adoraba su nombre de aquella manera, corría como un diablo para cambiarlo por el de Steinbrunner.
Todo lo que yo anhelaba en la vida era ser cirujano. Desde los días del colegio. Ya entonces me vendaba las manos antes de empezar un partido y me las lavaba después con agua y jabón. Si quieres ser cirujano, tienes que tener cuidado con las manos. Algunos de mis compañeros me tomaban el pelo y me llamaban mariquita. Nunca llegué a enfrentarme con ninguno de ellos. Ya es bastante peligroso jugar al fútbol. El que realmente llegó a ponerme los nervios de punta fue Howie Plotsky, un estúpido gigantón con la cara llena de cicatrices. Por aquel entonces, yo repartía periódicos y aprovechaba para vender un poco de lotería, lo cual me permitía conocer gente, establecer contactos... No te queda más remedio, si quieres sobrevivir. Cualquier imbécil sabe cómo caerse muerto, pero lo realmente difícil es sobrevivir, ¿comprendéis? Pues eso fue lo que me decidió a pagar a Ricky Brazzi, que era el tío más grande del instituto, para que le partiera la boca a Howie Plotsky. Sí, eso es lo que he dicho: partirle la boca. Le prometí un dólar por cada diente que me trajera. Rico vino con tres dientes envueltos en papel de periódico. Se dislocó un par de nudillos en el trabajito. Podéis imaginar en qué lío me hubiese metido.
En la facultad de medicina, mientras los otros memos se mataban tratando de ganar un centavo para llenar el puchero con un poco de carne —no con sobras de quirófano, ¿eh?— trabajando como camareros, vendiendo corbatas o limpiando suelos, yo me saqué de la manga un sistema de apuestas y, con unos cuantos trucos que conocía, me ganaba algún dinerillo en las apuestas de caballos, de billar o de lo que fuera. Además, tenía excelentes relaciones con el vecindario y cursé mis estudios sin ningún problema.
No me metí en la cuestión de las drogas, hasta que empecé mi residencia en un hospital, uno de los más grandes de Nueva York. Al principio, sólo fueron recetas en blanco. Vendí un cuadernillo de cien a un chico del barrio, y él falsificó las firmas de cuarenta o cincuenta médicos, por cuyos nombres yo también le cobraba. El muchacho, a su vez, las ofrecía en la calle por diez o veinte dólares cada una, lo que hacía las delicias de los fanáticos drogotas que iban cada vez más acelerados, y los partidarios de los sedantes, que se pasaban el día dando tumbos por las esquinas.
Al poco tiempo de trabajar en el hospital me di cuenta del desbarajuste que había en la farmacia del mismo. Nadie tenía la menor idea de lo que entraba ni de lo que salía. Había gente que sacaba de allí píldoras a puñados, cosa que yo me guardé muy bien de hacer. Siempre he tomado todo tipo de precauciones y nunca he tenido problemas hasta que me descuidé... y la suerte me volvió la espalda. Pero sé que caeré de pie; siempre ha sido así.
Me duele la muñeca y el lápiz se ha quedado sin punta. No puedo seguir escribiendo. No sé por qué me preocupo tanto. Es probable que me encuentren pronto.

27 de enero
El bote salvavidas se hundió anoche en unos tres metros de agua, al norte de la isla. ¿Qué importa? De todos modos, después de arrastrarse por todo el arrecife, el fondo parecía un colador. Además, ya había rescatado todo lo que valía la pena salvar, a saber, cuatro galones de agua, un cajita de costura para viajes, un botiquín y este libro en el que estoy escribiendo, que es, en realidad, un cuaderno de inspección del bote. ¡Qué risa! Por cierto, ¿cómo es que a nadie se le ocurrió poner comida de reserva en el bote? El último informe que aparece en el cuaderno lleva fecha 8 de agosto de 1970. Ah, además, he conseguido salvar dos cuchillos, uno mellado y el otro afilado, y un juego de cuchara y tenedor que voy a usar esta noche para la cena: asado de piedras. Ja, ja. Bueno, al menos, le he sacado punta al lápiz.
Cuando salga de esta isla, cubierta de excrementos de pájaros, les voy a sacar hasta el hígado a los de Paradise Lines Inc. Sólo por eso vale la pena seguir viviendo. Y pienso seguir viviendo y salir de ésta, no os quepa la menor duda. Voy a salir de ésta.
(más tarde)
Olvidé una cosa al hacer el inventario: dos kilos de heroína pura, algo así como 350.000 dólares en las calles de Nueva York, aunque aquí no valga más que un puñado de cacahuetes. Ja, ja. ¿Verdad que es cómico?
28 de enero
Bueno, he comido..., si es que a eso se le puede llamar comer. Una gaviota vino a posarse en una de las rocas del centro de la isla, un montículo también cubierto de excrementos de pájaros. Agarré una piedra que tenía a mano y me acerqué a ella todo lo posible. No se movía, observándome con sus ojos negros y brillantes. Me sorprendió que no la asustara el ruido de mis tripas.
Arrojé la piedra con todas mis fuerzas y le di de lleno. La gaviota lanzó un graznido y trató de volar, pero le había roto el ala derecha. Trepé en su busca, pero se alejó a saltos. La sangre manchaba sus plumas. Me dio bastante trabajo. Metí el pie en un agujero entre dos rocas y estuve a punto de partirme el tobillo. Finalmente, cuando empezaba a cansarme, logré darle alcance al otro lado de la isla. La gaviota se había metido en el agua y se alejaba. La atrapé por la cola, pero se volvió y me dio un picotazo. Le agarré una de las patas y, con la otra mano, le retorcí el cuello. El sonido de las vértebras al romperse me llenó de satisfacción. La cena está servida, caballero. ¿Os acordáis? ¡Ja! ¡Ja!
Me la traje al «campamento», pero antes de desplumarla y cortarla a trozos, me limpié la herida con yodo. Los pájaros llevan toda clase de gérmenes y sólo me faltaría una infección.
La operación de la gaviota fue de perlas, pero, que pena, no había manera de cocinarla. No hay vegetación en la isla, ni maderas a la deriva y, por si fuera poco, el bote se ha hundido. Así que me la comí cruda. El estómago quiso devolverla inmediatamente. Aunque yo estaba de acuerdo con él, no se lo podía permitir. Así que empecé a contar hasta cien al revés hasta que pasaron las náuseas. Es un sistema que funciona casi siempre.
¿Os dais cuenta del bicharraco, que casi me rompe el tobillo y después me da un picotazo en la mano? Si cazo otra gaviota mañana, la torturaré. A ésta la he dejado escapar sin castigo. Mientras escribo, veo su cabeza cortada en la arena. Sus ojillos negros, aun velados por la muerte, parecen mirarme.
¿Tienen cerebro las gaviotas?
¿Son comestibles?

29 de enero
Hoy no hay comida. Una gaviota aterrizó en el macizo, pero voló antes de que me aproximara lo suficiente para hacerle un «pase». ¡Ja, ja! Me estoy dejando la barba. Pica como un demonio. Si la gaviota vuelve y consigo darle caza, le sacaré los ojos antes de matarla.
Creo haber dicho ya que era un cirujano de primera. Me expulsaron. Realmente ridículo. Todos los médicos hacen lo mismo y luego se ponen tan estirados cuando le atrapan a uno. ¡Peor para ti! ¡Yo ya tengo mi parte! El Segundo Juramento de Hipócrates y de Hipócritas.
Había acumulado ya bastante de mis correrías como interno y como residente (se supone que, de acuerdo con el Juramento de Hipócrates, eres un funcionario y un caballero, pero nadie cree tal cosa). Tenía lo necesario para abrir mi consulta privada en Park Avenue. Lo necesitaba. No tenía un papá rico ni un protector con influencias, como muchos de mis colegas. Cuando me instalé, mi padre llevaba nueve años criando malvas. Mi madre murió un año antes de que me revocaran la licencia.
Pasó lo siguiente: yo tenía un trato con media docena de farmacéuticos del East Side, además de un par de laboratorios y al menos, otros veinte médicos. Los pacientes iban y venían de uno a otro. Yo operaba y después prescribía los medicamentos postoperatorios adecuados. No todas las operaciones eran necesarias, pero nunca actué contra la voluntad del paciente. Y jamás sucedió que un paciente le echara un vistazo a la receta y me dijera que no quería aquello. Escuchadme: hay gente a la que se le hizo una histerectomía en 1965 o una tiroides parcial en 1970 y que seguirían engullendo pastillas si el médico se lo permitiera. Y era lo que hacía algunas veces. Además, yo no era el único. Si podían pagarse el vicio, ¿por qué no? Cuando no era un paciente que padecía de insomnio después de alguna operación, era alguien que quería adelgazar, o quería Librium. Todo tenía arreglo. ¡Ja! Sí. De no haber sido yo, hubiera sido cualquier otro.
Hasta que los de Sanidad fueron a ver a Lowenthal, ese gallina. Le asustaron diciéndole que le iban a echar cinco años y el tipo cantó media docena de nombres, uno de los cuales era el mío. A mí me estuvieron observando durante bastante tiempo y, en realidad, cuando me echaron el guante, cinco años eran pocos para mí. Por ejemplo, no había dejado del todo lo de las recetas en blanco, algo muy divertido, pero que no necesitaba en absoluto. Lo seguía haciendo por costumbre; además, a nadie le amarga un dulce.
El caso es que yo conocía a mucha gente. Probé con algunos. Y arrojé un par de individuos a los leones. Nadie que me gustara, sin embargo. Todos auténticos cerdos.
Dios, tengo hambre.

30 de enero
Hoy no hay gaviotas, lo que me recuerda los letreros de las tiendas de comestibles del barrio: HOY NO HAY TOMATES. Me metí en el agua hasta la cintura, con un cuchillo afilado en la mano. Permanecí inmóvil durante casi cuatro horas, mientras el sol caía de pleno sobre mis espaldas. Creía desmayarme un par de veces, pero conté hasta cien al revés hasta que desapareció la sensación. No vi un solo pez. Ni uno.


31 de enero
Hoy he matado otra gaviota tal como lo hice con la primera. Tenía demasiada hambre para torturarla como me había prometido a mí mismo. Así que la abrí y me la comí. Vacié las tripas y me las comí también. Es extraño ver cómo se recobra la vitalidad. Empezaba a preocuparme. Tendido a la sombra del montículo central, creí oír voces. Mi padre. Mi madre. Mi esposa, de la que me divorcié... Y, lo peor de todo, la voz del chino que me vendió la heroína en Saigón. Ceceaba, probablemente a causa de un paladar hendido.
«Vamos —me decía la voz desde lo alto—. Vamos, esnifa un poco. Te olvidarás del hambre. Es tan buena…» Pero nunca tomé drogas, ni siquiera para dormir.
Lowenthal se suicidó. El muy gallina. ¿No os lo había dicho? Se colgó en el que había sido su consultorio. Desde mi punto de vista, hizo un favor al mundo.
Yo quería recuperar mi título. Algunos de los tipos con los que hablé me dijeron que no era imposible... pero costaba mucho dinero, más del que podía imaginar. Yo tenía 40.000 dólares en una caja de seguridad y decidí arriesgarme para doblar o triplicar la cantidad.
Me fui a ver a Ronnie Hanelli, compañero mío de equipo en los años de la universidad, a cuyo hermano menor había conseguido una residencia en un hospital cuando resolvió estudiar medicina. Ronnie estudiaba Derecho. ¿Verdad que es gracioso? En el barrio se le conocía por el apodo de Ronnie el Árbitro, porque se metía en todos los juegos y, sin que nadie se lo pidiera, empezaba a pitar faltas a todo el mundo. Si no te gustaba, tenías dos opciones: callarte la boca o tragarte unos cuantos dientes. Los portorriqueños le llamaban Ronniewop, o algo así. A él le hacía gracia Ronnie. Ronnie estudió Derecho, pasó los exámenes sin problemas y abrió un bufete en su propio barrio, justo encima del bar La Pecera. Aún le veo pasar por allí, cuando cierro los ojos, con su gran Continental blanco. Era el usurero más grande de toda Nueva York: un tiburón.
Sabía que Ronnie tendría algo para mí.
—Es peligroso —dijo—. Pero tú sabes cuidarte. Y, si traes la mercancía, te presentaré un par de individuos. Uno de ellos es funcionario del Estado.
Me dio dos nombres. El de Henry Li-Tsu, el chino, y el de Solom Ngo, un químico vietnamita. El vietnamita probaba la heroína del chino a cambio de dinero. El chino era conocido por sus «bromas». Por ejemplo, llenaba las bolsitas de plástico con talco, o detergente, o almidón. Ronnie decía que un día, una de aquellas «bromas» le iba a costar la vida.

1 de febrero
He visto un avión. Pasó de largo sobre la isla. Intenté subir al montículo central para llamar su atención y metí el pie en el mismo agujero del día en que cacé la primera gaviota. Me rompí el tobillo. Fractura compuesta. Fue como un disparo. El dolor era insoportable. Grité y perdí el equilibrio. En vano, agité los brazos como un molino de viento. Caí y me golpeé la cabeza. Todo se puso negro. Cuando volví en mí, se había puesto el sol. Había perdido un poco de sangre. El tobillo se me había hinchado como un neumático y tenía una buena insolación. Creo que, de haber habido una hora más de sol, tendría todo el cuerpo llagado.
Me arrastré como pude hasta aquí y pasé la noche temblando y llorando de rabia. Me he desinfectado la herida de la cabeza, situada encima del lóbulo temporal derecho, y me la he vendado como he podido. Es una herida superficial en el cuero cabelludo con una pequeña contusión, creo, pero el tobillo, es una mala fractura, en dos puntos, quizá tres. ¿Cómo voy a cazar las gaviotas ahora?
El avión debía de estar en busca de supervivientes del Callas. En medio de la oscuridad y la tormenta, el bote salvavidas ha de haber recorrido kilómetros. No creo que vuelva por aquí.
¡Dios mío, cómo me duele el tobillo!

2 de febrero
He puesto una señal en la playa de guijarros del lado sur de la isla, donde se hundió el bote. Me llevó todo el día, con algún descanso en la sombra. Aun así, me desmayé dos veces. Calculo haber perdido unos ocho kilos, en su mayor parte, por deshidratación. Desde aquí veo las cinco letras que tardé el día entero en componer; rocas oscuras sobre la arena blanca, dicen AYUDA en letras de metro y medio. El próximo avión no va a pasar de largo.
El pie palpita constantemente. Todavía está hinchado y se ha puesto sospechosamente blanco alrededor de la fractura. Cada vez más blanco. Si me lo vendo con la camisa, apretando mucho, el dolor cede, pero aun así duele tanto que, más que dormirme, me desmayo.
Empiezo a pensar que tal vez haya que amputar.

3 de febrero
La hinchazón y la pérdida de color son todavía mayores. Esperaré hasta mañana. Si la operación es imprescindible, creo que podré llevarla a cabo. Tengo cerillas para esterilizar el cuchillo y aguja e hilo de la cajita de costura. Como vendaje, la camisa.
Tengo además dos kilos de «analgésico», aunque no precisamente del que prescribía a mis pacientes. Pero lo hubieran empleado, de haber dispuesto de él. Podéis apostar. Esas señoras de pelo azul serían capaces de esnifar un ambientador de pino si les hiciera efecto, creedme.

4 de febrero
He decidido amputar el pie. Hace cuatro días que no como. Si espero más, corro el riesgo de desvanecerme en medio de la operación por la acción combinada del shock traumático y el hambre. En ese caso, podría morir desangrado. Y, a pesar de lo desdichado que soy, aún tengo ganas de seguir viviendo. Recuerdo lo que Mockridge decía en Anatomía básica, el viejo Mocki, le llamábamos: más tarde o más temprano, la pregunta surge siempre en la carrera de un médico. ¿Hasta qué punto puede un paciente soportar un shock traumático? Y entonces, señalaba con el puntero el dibujo del cuerpo humano, el hígado, los riñones, el bazo, los intestinos. Básicamente, caballeros, decía, la contestación esencial es otra pregunta: ¿Hasta qué punto el paciente quiere sobrevivir?
Creo poder hacerlo.
De verdad.
Supongo que estoy escribiendo para aplazar lo inevitable, pero se me ocurre que no acabé de contar por qué me encuentro aquí. Tal vez deba hacerlo por si la operación no sale bien. Tardaré sólo unos minutos y estoy seguro de que todavía habrá claridad para la operación, ya que, según mi reloj, son las nueve de la mañana. ¡Ja!
Fui a Saigón como turista. ¿Os extraña? No sé por qué. Hay miles de personas que van allí cada año, a pesar de la guerra de Nixon. También hay gente a la que le gusta presenciar accidentes o peleas de gallos. Mi amigo chino tenía la mercancía. Se la llevé a Ngo, quien me ratificó que era de primera clase. Me contó también que Li-Tsu había gastado una de sus bromas hacía cuatro meses, y que su mujer había saltado hecha pedazos por los aires al poner la llave de encendido en su automóvil. Desde entonces no había vuelto a hacer bromas.
Me quedé en Saigón tres semanas. Había reservado pasaje de regreso a San Francisco en un crucero, el Callas. Primera clase. Subir a bordo con la mercancía no representó problema alguno. Ngo arregló el asunto, sobornando a dos oficiales de aduana que se limitaron a saludarme y hacer pasar las maletas. La heroína iba en una bolsa de viaje que ni siquiera vieron.
—Pasar la aduana en los Estados Unidos será mucho más difícil —me dijo Ngo— pero ése es problema únicamente suyo.
No tenía la menor intención de pasar aquello por la aduana. Ronnie había contratado un buzo que haría el trabajo por tres mil dólares. Tenía que encontrarme con él (ahora que lo pienso, hace dos días) en una especie de corral llamado Regis Hotel en San Francisco. El plan consistía en poner la mercancía en una lata a prueba de agua. Sujetos a la tapa, un reloj y un sobre de tinte rojo. Antes de atracar, había que tirar la lata al agua, cosa que no iba a hacer yo mismo, naturalmente.
Estaba todavía buscando un cocinero o un camarero al que no le viniera mal un dinero extra y que fuera lo bastante listo —o lo bastante idiota—, como para mantener la boca cerrada, cuando el Callas se hundió.
No tengo ni la menor idea de cómo sucedió, ni de por qué. Se nos había echado encima un buen vendaval, pero el crucero parecía capaz de capearlo. Pero el día 23, alrededor de las ocho de la noche, hubo una fuerte explosión bajo cubierta. Yo estaba en el salón en aquel momento y el Callas se escoró casi inmediatamente. A la izquierda, ¿cómo se llama: babor o estribor?
La gente empezó a gritar y a correr en todas direcciones. Las botellas cayeron de la estantería del bar y se estrellaron contra el suelo. Un hombre salió de una de las escaleras, con la camisa quemada y la piel asada. Los altavoces empezaron a decir a la gente que se dirigiera a los botes salvavidas que se les habían asignado al principio del viaje, durante un simulacro. Los pasajeros echaron a correr sin rumbo. Muy pocos se habían molestado en comparecer durante el simulacro. Yo, no sólo estuve allí, sino que fui más temprano, para estar en primera fila y ver bien todo, ¿comprendéis? Siempre pongo mucha atención en lo que se refiere a mi pellejo.
Bajé a mi camarote, saqué las bolsitas de heroína y me puse una en cada bolsillo. Después, me dirigí al Bote Salvavidas 8. Mientras yo subía las escaleras, hubo otras dos explosiones y el barco se inclinó aún más peligrosamente, si cabe.
En cubierta, todo era confusión. Vi una mujer que corría por la cubierta resbaladiza, gritando y con un niño en brazos. Según se inclinaba el buque, ella ganaba velocidad. Finalmente, golpeó contra la borda a la altura de los muslos, saltó por encima de ella, dio dos vueltas de campana y desapareció de mi vista. Había un hombre de mediana edad, sentado en medio del puente, que se arrancaba los cabellos con las manos. Otro, con ropas blancas de cocinero, la cara y las manos horriblemente quemadas, se daba contra las paredes y gritaba: «¡Socorro! ¡No veo! ¡Socorro! ¡No veo!»
El pánico era total y se había contagiado del pasaje a la tripulación como una epidemia. Tenéis que tener en cuenta que entre la primera explosión y el hundimiento del barco, pasaron solamente veinte minutos. Algunos de los botes iban repletos de gente que aullaba, y otros, totalmente vacíos. El mío, que estaba en la zona más próxima al agua, estaba casi desierto. Nadie más que yo y un marinero, con la cara muy pálida y llena de espinillas.
—Echemos al agua enseguida este condenado barreño —dijo, con los ojos desorbitados—, porque la maldita bañera se va a pique sin remedio.
Maniobrar un bote no es nada difícil, pero, con los nervios, el marinero se hizo un lío con las maromas de su lado. El bote bajó unos dos metros y quedó colgado, yo más cerca del agua que él.
Fui hacia su lado para ayudarle cuando empezó a gritar. Había logrado deshacer el nudo; pero, al mismo tiempo, se había pillado la mano. La soga se deslizó sobre la palma, dejándosela en carne viva; finalmente, salió despedido de la embarcación.
Acabé de deshacer el lío y libré el bote, que bajó al agua. Empecé a remar como un condenado. Remar era algo que siempre había hecho por placer en las casas de veraneo de mis amigos, pero ahora, por primera vez, lo hacía para salvar mi vida. Si no me alejaba del Callas antes de que se hundiera, me arrastraría con él.
Cinco minutos más tarde, se hundió. No escapé del todo a la succión, tuve que remar desesperadamente sólo para permanecer en el mismo lugar. Se hundió muy de prisa. Todavía había gente aferrada a la borda, gritando. Parecía una banda de monos.
La borrasca empeoró. Perdí un remo. Pasé la noche en una especie de pesadilla, achicando agua del bote, primero, y maniobrando con el único remo que me quedaba, después, para mantener la proa contra el oleaje.
Antes del amanecer del 24 las olas empezaron a empujarme por la popa. El bote adquirió una cierta velocidad, lo cual es aterrador, pero, al mismo tiempo, constituye un alivio. De pronto, los tablones fueron arrancados de debajo de mis pies, pero el bote no se hundió: había encallado a este montón de piedras olvidado del mundo. Ni siquiera sé dónde estoy; no tengo la menor idea. La navegación no es mi punto fuerte. Ja, ja.
Pero sí sé qué tengo que hacer. Éstas pueden ser mis últimas notas, pero algo me dice que saldrá bien. ¿Acaso no he conseguido siempre lo que me he propuesto? Además, hoy se hacen maravillas con las prótesis y podré moverme con un solo pie con toda comodidad.
Ha llegado el momento de ver si soy tan extraordinario como creo. Buena suerte.

5 de febrero
Lo hice.
El dolor era lo que menos me preocupaba, porque puedo soportarlo, pero temía que la debilidad, el hambre y el dolor combinados me hicieran perder el conocimiento antes de acabar.
Pero la heroína resolvió el problema maravillosamente.
Abrí una de las bolsitas y aspiré dos generosas dosis sobre una roca plana, primero la ventanilla derecha, luego, la izquierda. Era una especie de hielo deslumbradoramente anestésico que invadía mi cerebro íntegro. Aspiré la heroína al dejar de escribir, ayer, a las 9.45. Cuando volví a mirar la hora, las sombras se habían movido, dejándome parte del cuerpo al sol, y eran las 12.41. Me había adormilado. Nunca había imaginado que fuese tan fantástico y no comprendo por qué le tenía tanta manía. El dolor, el miedo, la infelicidad... todo desaparece, dejando sólo una calma eufórica.
Operé en esas condiciones.
Como era de esperar, sentí un dolor agudísimo, especialmente en la primera parte de la operación. Pero el dolor parecía desconectado de mí, como si fuera de otro. Me molestaba, pero me resultaba extraordinariamente interesante. ¿Podéis entender lo que digo? Si alguna vez habéis empleado un calmante con una fuerte base de morfina, sabréis de qué hablo. Hace algo más que mitigar el dolor. Induce un estado mental. Una cierta serenidad. Entiendo por qué la gente se queda colgada, aunque ésa sea una palabra horrorosamente fuerte y que usa, en general, la gente que nunca lo ha probado.
A media operación, el dolor empezó a ser algo más personal. Oleadas de desfallecimiento me acometían. Miré con ansia la bolsita de heroína, pero me obligué a apartar la vista. Si volvía a adormilarme, moriría desangrado con la misma seguridad que si me desmayara. Conté hasta cien al revés.
La pérdida de sangre era el factor más crítico. Como cirujano, era vitalmente consciente de ello. No debía perder una gota más que lo imprescindible. Si un paciente sufre una hemorragia durante una operación en un hospital, se le puede suministrar sangre. Yo carecía de esos medios. Todo lo que se había perdido —la arena debajo de mi pie estaba ya negra— estaba perdido hasta que mi propia fábrica lo repusiera. No tenía hemostáticos, ni hilo de sutura, ni grapas.
Empecé la operación exactamente a las 12.45. Acabé a la 1.50 e inmediatamente me atonté con heroína, una dosis mayor que la anterior. Me dormí en un mundo gris, indoloro, y permanecí así hasta alrededor de las cinco. Cuando me espabilé, el sol estaba cerca del horizonte occidental, trazando un camino de oro sobre el azul del Pacífico que llegaba hasta mí. Nunca he visto algo tan increíble. Tanto, que me compensó del dolor en un segundo. Una hora más tarde aspiré un poquito más, para seguir disfrutando de la puesta de sol.
Poco después de hacerse de noche, yo...
Yo...
Esperad un segundo. ¿Os he dicho que no he comido absolutamente nada durante cuatro días? ¿Y que lo único que tenía a mi alcance para recuperar mis energías agotadas era mi propio cuerpo? Después de todo, ¿no se ha dicho, una y otra vez, que la supervivencia es una cuestión mental? ¿De una mente superior? No voy a justificarme diciendo que cualquiera hubiera hecho lo mismo. En primer lugar, hay que ser cirujano. Y aun conociendo la técnica de la amputación, es posible hacer una carnicería y desangrarse de todos modos. Y, aun en el caso de poder sobrevivir a la amputación y al shock traumático, jamás se le ocurriría algo semejante a alguien convencional. No importa. Nadie tiene por qué enterarse. Lo último que haré antes de abandonar la isla será destruir este libro.
Tuve mucho cuidado.
Lo lavé muy bien antes de comérmelo.

7 de febrero
El dolor del muñón es intensísimo -en ocasiones, realmente intolerable—. Pero creo que el escozor profundo del proceso de cicatrización es todavía mucho peor. Esta tarde me he acordado de los pacientes que me tenían harto con lo mucho que les picaba la carne remendada, que era horrible y que no se podían rascar.
Yo sonreía y les decía que se sentirían mejor al día siguiente, pensando que se quejaban sin razón, que eran débiles e ingratos. Ahora los comprendo perfectamente. Varias veces he estado a punto de arrancar la camisa que sirve de vendaje y rascarme la herida, hundir los dedos en la carne cruda y tierna, quitarme los puntos, dejar que la sangre corriera en la arena, cualquier cosa, cualquier cosa con tal de no sentir ese horrible y enloquecedor hormigueo.
Entonces contaba hasta cien al revés y aspiraba heroína.
No tengo idea de cuánta he llegado a tomar, pero sí sé que he estado casi permanentemente dopado desde la operación. Como sabéis, quita el hambre. Ni siquiera sé si tengo hambre. Siento algo extraño, fantasmal, en la barriga, eso es todo. Por otra parte, puedo ignorarla con toda facilidad y, sin embargo, sé que no debo hacerlo, ya que la heroína no tiene un valor calórico fácilmente calculable. De manera que me he puesto a prueba para medir mi energía, arrastrándome de aquí para allá, y es agotador.
Dios mío, espero que no..., pero temo que sea necesaria una nueva operación.
(más tarde)
Pasó otro avión. Demasiado alto. Tanto, que todo lo que podía ver era el alerón de popa dibujándose contra el cielo azul. Hice señales, por si acaso, y grité como un energúmeno. Cuando desapareció, me eché a llorar.
Está muy oscuro y es difícil seguir escribiendo. Comida. He estado pensando en cantidad de platos. La lasaña de mi madre, pan de ajo, caracoles, langosta, chuletas, melocotones, asado, la gran porción de pastel de mantequilla y el helado de vainilla hecho en casa que te sirven en Mother Crunch en la Primera Avenida, pretzels calientes, salmón ahumado, cangrejos ahumados, jamón ahumado con rodajas de piña, aros de cebolla fritos, salsa de cebolla con patatas chip, té frío en largos sorbos, patatas fritas, y te relames los labios de gusto...
100, 99, 98, 97, 96, 95, 94
Dios, Dios, Dios.

8 de febrero
Esta mañana ha aterrizado otra gaviota en el montículo, grande, gorda, mientras yo reposaba a la sombra de mi roca, la que considero mi campamento particular, con el muñón apuntando al cielo. En cuanto el pájaro se posó, empecé a salivar igual que los perros de Pavlov. Se me caía la baba como a un bebé. Como a un bebé.
Busqué una piedra del tamaño de mi mano y empecé a arrastrarme hacia el pájaro. Queda tan sólo un cuarto, ya hemos escalado tres. Tres y pico. Pinzetti pasa hacia atrás (Pine, quiero decir Pine). No tenía demasiadas esperanzas. Estaba seguro de que saldría volando, pero había que intentarlo. Si atrapara un ave tan gorda y tan insolente como ésa, tal vez pudiese posponer la segunda operación indefinidamente. Continué, aunque, de vez en cuando, me golpeaba el muñón contra el canto afilado de una roca y veía las estrellas con todo el cuerpo, obligándome a reposar hasta que el dolor se calmara.
La gaviota no escapó. Daba saltitos de aquí para allá, con el pecho hinchado, como un general pasando revista a las tropas. De vez en cuando me miraba con sus ojos pequeños, negros y malignos, y no me quedaba más remedio que quedarme inmóvil como una piedra y contar hasta cien a la espera de que volviera a moverse. Cada vez que agitaba las alas, el hielo me invadía el estómago. más No dejaba de salivar. Se me caía la baba como a un niño.
No sé cuánto tiempo estuve al acecho. ¿Una hora? ¿Dos? Cuanto más me acercaba, más fuerte me latía el corazón y más apetecible parecía la gaviota. Daba la impresión de estar burlándose de mí y empecé a temer que, antes de que la tuviese a mi alcance, echara a volar. Me temblaban las piernas y los brazos. Tenía la boca seca. El muñón, por su parte, me daba unas punzadas asesinas. Ahora pienso que debo haber sentido también dolores de abstinencia. ¿Tan pronto? No he tomado heroína más que una semana.
No importa. La necesito. Y hay mucha, muchísima. En cuanto llegue a los Estados Unidos, me someteré a una cura de desintoxicación en la mejor clínica de California. Pero ahora no se trata de eso, ¿verdad?
Cuando la tuve al alcance, no quise arrojar la piedra. Estaba irracionalmente seguro de que erraría, probablemente por unos pocos centímetros. Tenía que acercarme. Así que seguí arrastrándome, con la cabeza alta, el sudor cayendo a chorros por mi cuerpo maltrecho de espantapájaros. Por cierto, creo que se me están pudriendo los dientes, ¿lo he dicho ya? Si fuera supersticioso, diría que es porque comí ...
¡Ja! Pero no debe de ser ésa la razón, ¿verdad?
Me detuve otra vez. Estaba mucho más cerca de esta gaviota que de cualquiera de las anteriores. No conseguía obligarme a tirar la piedra. La agarré con toda mi alma, hasta que me dolieron los dedos, pero ni siquiera así pude hacerlo. Porque sabía perfectamente lo que no dar en el blanco significaba.
No me importa emplear toda la mercancía. Les voy a poner un pleito que se van a acordar toda la vida. ¡Viviré como un rey durante el resto de mi vida! ¡Mi larga, larga vida!
Estoy convencido de que hubiera escalado hasta poder tomarla con la mano si finalmente no hubiera levantado el vuelo. La hubiera estrangulado. Pero extendió las alas y echó a volar. La insulté, me hinqué de rodillas y le lancé la piedra con las pocas fuerzas que me quedaban. ¡Y le di!
El pájaro soltó un graznido y cayó al otro lado del montículo. Entre risas y temblores, sin preocuparme por los golpes en el muñón ni por si se me abría la herida, llegué a la cima y empecé a descender por la otra vertiente. Perdí el equilibrio y me di en el suelo con la cabeza. En aquel momento ni siquiera lo advertí, aunque tengo un magnífico chichón como recuerdo. Sólo podía pensar en la gaviota y en cómo le había dado, suerte fantástica, aun volando, ¡le había dado!
La gaviota se arrastró hasta la playa, el ala rota, el cuerpo ensangrentado. Me arrastré tras ella todo lo rápido que me era posible, pero ella era más veloz. ¡Una carrera de lisiados! ¡Ja! ¡ Ja! Podría haberla capturado, ya estaba muy cerca, de no haber sido por mis manos. Tengo que cuidar mis manos. Puedo volver a necesitarlas. A pesar del cuidado tenía las palmas llenas de tajos cuando por fin llegamos a la playa. Por si fuera poco, golpeé mi reloj contra una roca y saltó hecho añicos.
La gaviota entró en el mar cojeando, graznando como una endemoniada. La atrapé, pero sólo me quedó un puñado de tristes plumas. Entonces me caí y tragué agua, tosiendo y atragantándome.
Pero seguí arrastrándome y hasta traté de nadar tras ella. La venda del muñón acabó por caérseme en el agua, empecé a hundirme y no tuve más remedio que regresar a la arena. No sé cómo, pero salí del agua, temblando, exhausto, encogido de dolor, llorando, gritando y maldiciendo a la gaviota. Todavía estaba a la vista, allá lejos, cada vez más lejos. Creo recordar que en un momento le rogué que volviera. Eso sí, cuando salió al arrecife, juraría que estaba muerta.
No es justo.
Me llevó casi una hora arrastrarme hasta el campamento. He tomado mucha heroína, pero aun así, continúo enfadado con la gaviota. Si no iba a dejarse cazar, ¿para qué burlarse así de mí? ¿Por qué diablos esperó tanto?

9 de febrero
Me he amputado el pie izquierdo y lo he vendado con mis pantalones. Extraño. Durante toda la operación se me cayó la baba. ¡Se me cayó la baaaaaba! Como cuando descubrí la gaviota, se me caía la baba sin parar... Pero me obligué a esperar hasta la noche. Conté hasta cien al revés veinte o treinta veces. ¡Ja! ¡Ja!
Entonces...
Tenía que repetirme: rosbif frío, rosbif frío, rosbif frío.

11 de febrero (?)
Ha llovido durante dos días, con mucho viento. Cambié algunas rocas de lugar, hice una especie de escondrijo con ellas y me guarecí allí dentro todo el tiempo. Sorprendí una pequeña araña, la tomé con los dedos antes de que escapara y me la metí en la boca. Muy buena, muy gustosa. Empecé a temer que las rocas que tenía encima de la cabeza se vinieran abajo y me sepultaran. No importaba.
Me pasé toda la tormenta muy dopado. Tal vez haya llovido tres días, y no dos. O sólo uno. Aunque creo recordar que oscureció en dos ocasiones. Me encanta dormir, no siento ni el dolor ni el picor. Sé que voy a sobrevivir, no puede ser que tenga uno que pasar por todo esto para nada.
Había un cura en la Sagrada Familia cuando yo era niño, un enano que adoraba hablar del infierno y del pecado mortal. Les tenía verdadero cariño. No hay retorno del pecado mortal, ése era su punto de vista. Me pasé la noche soñando con él, el Padre Hailley, con su sotana y su nariz de whisky, sacudiéndose el dedo y diciendo: «Qué vergüenza, Richard Pinzetti..., un pecado mortal..., condenado al infierno..., condenado al infierno…
Me reí de él. Si esto no es el infierno, ¿qué es? El único pecado mortal es darse por vencido.
La mitad del tiempo la paso delirando; el resto me pican los muñones; la humedad hace que me duelan todavía más.
Pero no voy a ceder. No me voy a dar por vencido. No pasaré por todo esto para nada.

12 de febrero
Hace un día magnífico y el Sol brilla otra vez en todo su esplendor. Espero que se estén helando en Nueva York.
Es un buen día, en la medida de lo posible. La fiebre parece haber bajado. Estaba débil y temblaba cuando salí de mi madriguera, pero después de dos o tres horas al sol, vuelvo a sentirme casi humano otra vez.
Me arrastré hasta el sur de la isla y encontré varios trozos de madera arrojados por la tormenta, además de varios tablones de mi propio bote. Había quelpo y algas en uno de los tablones y me lo comí todo. Me dieron ganas de vomitar. Es como comerse la cortina de plástico del baño, pero me siento mucho más fuerte esta tarde.
Llevé la madera a la arena para que se secara. Todavía me queda una caja completa de cerillas a prueba de humedad y podré hacer una fantástica señal de humo si pasa alguien pronto. Si no, me servirá para cocinar. Voy a aspirar heroína.

13 de febrero
He encontrado un cangrejo, que maté y cocí en una pequeña hoguera. Esta noche casi vuelvo a creer en Dios.

14 de feb
Acabo de darme cuenta de que la tormenta se llevó casi todas las piedras de mi señal de AYUDA. Pero la tormenta terminó... ¿hace más de tres días? ¿He estado drogado todo ese tiempo? Tengo que tener más cuidado y bajar la dosis, porque ¿qué ocurriría si pasara un barco y yo estuviera durmiendo?
Reconstruí la señal, pero me llevó casi todo el día y estoy exhausto. Busqué un cangrejo donde encontré el otro, pero nada. Me corté las manos con varias de las piedras de la señal, pero me desinfecté con yodo, a pesar de mi debilidad. Debo cuidar mis manos. Por encima de todo.

15 de feb
Hoy se posó otra gaviota en el montículo. Levantó el vuelo antes de que yo me acercara. La conminé a irse al infierno, a picotear los ojillos rojizos del Padre Hailley para toda la Eternidad.
¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Ja.

17 de feb (?)
Me he cortado la pierna derecha a la altura de la rodilla, pero he perdido mucha sangre. El dolor era inenarrable, a pesar de la heroína. Sólo el shock hubiera matado a un hombre menos hombre que yo. Déjame contestar con una pregunta: ¿Hasta qué punto el paciente quiere sobrevivir? ¿Hasta qué punto el paciente quiere sobrevivir?
Me tiemblan las manos. Si me traicionan, estoy perdido. No tienen ningún derecho a traicionarme. ¡Ningún derecho! Las he cuidado durante todas sus vidas. Las he mimado. Mejor que no me traicionen. O se van a arrepentir.
Por lo menos, no siento hambre.
Uno de los tablones del bote se partió por la mitad. Una de las partes tenía una punta bastante afilada, que fue la que usé. Se me caía la baba, pero me hice esperar pensando en... ¡aquellas barbacoas! Aquella casa que Will Hammersmith tenía en Long Island, con una barbacoa donde se podía asar un cerdo entero. Acostumbrábamos a sentarnos al atardecer, con tragos largos en la mano, hablando de nuevas técnicas quirúrgicas o de golf o de cualquier otra cosa. Y la brisa nos traía el olor del cerdo asado. Madre mía, el olor del cerdo asado.

Feb ?
Me he cortado la otra pierna a la altura de la rodilla. He estado dando cabezadas todo el santo día:
«Doctor, ¿la operación era necesaria?». Ja, ja. Me tiemblan las manos como las de un viejo. Las odio. Tengo sangre debajo de las uñas, costras. ¿Recuerdas el modelo de la facultad, con la barriga de vidrio? Pues me siento igual, pero no quiero mirar. De ninguna de las maneras. Recuerdo que Dom decía eso, se paraba a charlar contigo en la calle con la chaqueta del Hiway Outlaws Club. Tú le decías: «Hombre, ¿cómo hiciste para conseguirla?». Y Dom respondía de ninguna de las maneras. Viejo Dom. Caramba, ojalá me hubiera quedado en el barrio. Esto tiene tan mala pinta, como decía Dom. Ja ja.
Pero me han dicho, sabes, que con la terapia adecuada y unas prótesis, volvería a estar como nuevo, podría volver a la isla y decirle a la gente: «Aquí es donde ocurrió».
¡Ja-ja-ja!

23 de febrero (?)
Encontré un pez muerto, podrido y apestoso. Es igual, me lo comí. Me doblaban el cuerpo las arcadas, pero no me lo permití. Sobreviviré. Estoy tan bien con heroína, las puestas de sol.

Febrero
No me atrevo, pero tengo que hacerlo. ¿Pero, cómo haré para ligar la arteria femoral tan arriba? Es amplia como una maldita autopista a esa altura.
A pesar de todo, tengo que hacerlo. He marcado la parte alta del muslo, la parte donde todavía hay carne, con lápiz.
Desearía poder dejar de babear.

Fe
Te... mereces... un descanso hoy... también... así que... levántate y vete.., a McDonald’s... dos hamburguesas... salsa especial... lechuga... pepinillos.., cebollas... en... un panecillo...
Da... dada... dadada...

Febbe
Hoy me he visto la cara en el agua. Una calavera cubierta de piel. ¿Me he vuelto loco ya? Debo de estar loco. Ahora soy un monstruo. Un engendro. No me queda nada bajo las ingles. Un verdadero monstruo. Una cabeza atada a un torso que se arrastra por los codos en la arena. Un cangrejo. Un cangrejo dopado. Eh, tú, soy un pobre cangrejo dopado, dame una moneda.
Jajajaja.
Dicen que de lo que se come se cría, así que ¡TODAVÍA SOY EL MISMO! Querido Dios shock traumático shock traumático shock traumático NO EXISTE NADA QUE SE PAREZCA A UN SHOCK TRAUMÁTICO.
JA.

40/Fe ?
He soñado con mi padre. Cuando se emborrachaba, olvidaba el inglés. No es que tuviera nada interesante que decir de todos modos. Condenado cerdo, me alegré tanto de irme de tu casa, papito, condenado cerdo, chapucero, nada, no vales para nada, nada, cero. Sabía que lo lograría. Me alejé de ti, ¿verdad? Me fui andando sobre las manos.
Pero ya no puedo cortar nada más con ellas. Ayer me corté las orejas.
la mano izquierda lava la derecha no dejes que tu mano izquierda sepa lo que hace la derecha pito pito colorito donde vas tú tan bonito... jajaja...
Qué importa, una mano u otra, buena comida, buena carne, buen Dios comamos... pies de cerdo saben igual que manos de cerdo.

Canciones de ultratumba

Condenas aleatorias


Escrito el 17 de mayo de 2006

De pronto, el inocente que se encuentra descansando en el sofá de su habitación ve como la calma es severamente arrastrada por el temblor. Bajo los escombros y el polvo descansa la mano inmóvil. Al mismo instante, en otro lugar indiferente a aquella tragedia, un errante se aventura por un callejón a las tres de la mañana, a sabiendas de un alto riesgo latente, pero a pesar de ello llega sano a su destino. ¿Quién o qué impone una decisión tan trascendental como el momento de la muerte?

A veces nos dicen que debemos cuidarnos de hacer cosas que puedan poner en riesgo nuestra integridad física, pero la vida parece enseñarnos día tras día que eso no es algo determinante al momento de hacer frente a nuestro desenlace. Cuando llega el momento, así el elegido se encuentre en el lugar más seguro habrá de enfrentar la fatalidad; si no es la hora, aún en la peor situación la persona no abandonará este plano.

Es un azar la realidad en que nos movemos. Caer o no en las trampas que dispone el tiempo depende no únicamente de una habilidad adquirida o una falta de conocimiento, sino precisamente de un "poder" que determina los hechos independientemente de la voluntad del individo, o al menos así parece. Eso de cierta forma suena escalofriante para algunos, ya que reduce el estado en que no nos encontramos sujetos a decisiones ajenas, es decir, estropea gravemente la creencia en la libertad. Igual de probable es que todo esto sea una idea poco consistente y se remita al hecho de que existen millones de implicaciones frente a ese fenómeno tan relevante, en torno al cual, silenciosamente, recorremos un camino que terminará llevándonos al insondable destino llamado muerte.

Razón para plasmar ideas

Escrito el 08 de junio de 2007

Antes de encontrarme encasillado por las lecturas sugeridas y requeridas en la universidad dejé a medias una novela que logré culminar anoche (debido a mi lento ritmo de lectura tomó varias semanas hacerlo). Me refiero a una de las principales obras de Ernesto Sábato, escritor argentino por quien he tomado un profundo aprecio, sobre todo luego de culminar la novela en cuestión: Sobre Héroes y Tumbas. Los análisis y las críticas serias están ahí afuera, la mayoría reseñando escasamente una grandeza magnífica sobre la ficción de Sábato.

Los altos y bajos en el ritmo hacen de la obra un plato gustoso, que se disfruta a cada bocado y donde ciertas partes nos arrebatan hacia una realidad paralela dentro de la habitación, colocándonos una venda sobre los ojos y haciéndonos padecer la catastrófica soledad de los protagonistas. Son muchas las cosas que se me ocurren escribir en este momento sobre la marca que el libro dejó en mí, me arriesgo fácilmente a decir que es la mejor obra latinoamericana que he tenido la posibilidad de leer. Los conflictos e ideas que ocupan la psique de sus personajes son manejados de una forma simplemente grandiosa, mediante un uso impecable de la metáfora, jugando con los planos narrativos proporcionando diferentes perspectivas que enriquecen la experiencia. La recomiendo ampliamente y resumo todo tipo de opinión que pueda plantear aquí a tal sugerencia, es una obra que cada persona debe vivir. Les dejo un fragmento que me fascinó:

"Ahora advierto que escribía cada vez que era infeliz, que me sentía solo o desajustado con el mundo en que me había tocado nacer. Y pienso si no será siempre así, que el arte de nuestro tiempo, ese arte tenso y desgarrado, nazca invariablemente de nuestro desajuste, de nuestra ansiedad y nuestro descontento. Una especie de intento de reconciliación con el universo de esa raza de frágiles, inquieras y anhelantes criaturas que son los seres humanos. Puesto que los animales no lo necesitan: les basta vivir. Porque su existencia se desliza armoniosamente con las necesidades atávicas. Y al pájaro le basta con algunas semillitas o gusanos, un árbol donde construir su nido, grandes espacios para volar; y su vida transcurre desde su nacimiento hasta su muerte en un venturoso ritmo que no es desgarrado jamás ni por la desesperación metafísica ni por la locura. Mientras que el hombre, al levantarse, sobre las dos patas traseras y al convertir en un hacha la primera piedra filosa, instituyó las bases de su grandeza pero también los orígenes de su angustia; porque con sus manos iba a erigir esa construcción tan potente y extraña que se llama cultura e iba a iniciar así su gran desgarramiento, ya que habrá dejado de ser un simple animal pero no habrá llegado a ser el dios que mueve y vive entre la tierra de los animales y el cielo de sus dioses, que habrá perdido el paraíso terrenal de su inocencia y no habrá ganado el paríso celeste de su redención. Ese ser dolorido y enfermo del espíritu se preguntará, por primera vez, sobre el porqué de su existencia. Y así las manos, luego aquella hacha, aquel fuego, y luego la ciencia y la técnica habrán ido cavando cada día más el abismo que lo separa de su raza originaria y de su felicidad zoológica. Y la ciudad será finalmente la última etapa de su loca carrera, la expresión máxima de su orgullo y la máxima forma de alienación. Y entonces seres descontentos, un poco ciegos y un poco como enloquecidos, intentan recuperar a tientias aquella armonía perdida con el misterio y la sangre, pintando o escribiendo una realidad distinta a la que desdichadamentelos rodea, una realidad a menudo de apariencia fantástica y demencial, pero que, cosa curiosa, resulta ser finalmente más profunda y verdadera que la cotidiana. Y así, soñando un poco por todos, esos seres frágiles logran levantarse sobre su desventura individual y se convierten en intérpretes y hasta en salvadores (dolorosos) del destino colectivo." Ernesto Sábato. Sobre Héroes y tumbas.

Ataduras y aspiraciones


Escrito el 13 de octubre de 2007


Dadas las circunstancias, es aceptable que el lector sienta una apabullante presión que le sugiere abandonar su celda. Son fuertes las ataduras que le sostienen y llevan a considerar dos veces la posibiliad de trasladarse a un lugar que le proporcione la paz que años atrás disfruto con evidente plenitud. No es extraño que el rechazo aparezca inmediatamente cuando una criatura ignorante (no puede ser calificada de otra manera) salta e insulta a quien busca tranquilidad, escupiendo entre frases peyorativas calificativos como "traidor", "apátrida", y otros similares, impulsados por un desconocimiento absoluto de los derechos del prójimo y un degradante nacionalismo extremo.

Cuántas personas, entre lágrimas y llanto desgarrador, no se vieron en la terrible necesidad de abandonar su amado país por una coyuntura que lo causó. ¿Constituye eso un acto reprobable? Para nada. Con duda y temor el inmigrante pisa tierras desconocidas, albergando en su corazoón la esperanza de poder encontrar algún día, frente a cualquier dificultad, la paz arrebatada. Tal ha sido el caso de millones. Lamentablemente, uno de sus principales miedos reside en la mente de prejuiciosos, entre quienes hallamos, inclusive, pobres parásitos que no aportan elementos positivos al lugar que dicen defender.

Para comprenderlo basta situarnos en el lugar de un sujeto que exige un sitio donde no se vea amenazado, donde terceros no busquen injustamente perjudicarle, donde halle tranquilidad o simplemente quiera proporcionar un futuro mejor a su familia.

Mi posición es igual a la de otros tantos que aún resisten con la esperanza de un amanecer mejor en nuestras ventanas, así será durante un tiempo que desconozco y espero nunca tener que abandonar esta habitación. De igual forma hay muchos que desean edificar su futuro en una sociedad distinta, más acorde a sus aspiraciones y exigencias. Lanzar reproches ante decisiones tan personales es un acto ridículo. Nadie abre los ojos por primera vez para fijarse en una cadena multicolor que sostiene su tobillo. El aprecio, dedicación y defensa hacia la tierra donde se nace surge debido a múltiples razones, muchas convencionales, otras bastante comprensibles, pero no se nace firmando un documento que imponga la permanencia en fronteras establecidas. Afortunadamente, somos libres de cruzarlas si es nuestra decisión. Hasta que no despertemos en una prisión donde, por una u otra razón, nuestras aspiraciones se vean amenazadas, limitadas, nunca entenderemos el valor de la llave que aparta los barrotes.

Más coloquial que un venezolano, ¡imposible!

Esta foto fue tomada en la Base Aérea de la Aviación en Maracay.
Sin comentarios....

martes, 8 de enero de 2008

Más allá de Caracas...

Esta es una foto de la Laguna de Los Cedros. Se encuentra ubicada en Boconó Estado Trujillo. Estuve de vacaciones con mi familia estas navidades ahí y bueno, comparto esta imagen para que ustedes también disfruten lo que, como dice el título, está más allá de la ciudad capital y dentro de nuestro país.

De los celos a la paranoia

Tendría que comenzar diciendo que esto de los celos no sólo es una manera de sentir un miedo o de demostrar algo, muchas veces se convierte en una forma de vida.

Muchos afirman que los celos son muestra de inseguridad o también de falta de confianza dentro de una relación. Pero particularmente pienso que, en cierta medida, son una manera de demostrar cuanto te importa la otra persona. Es mentira que a uno le da igual que su pareja demuestre o no, lo que le preocupa de lo que el otro puede llegar a hacer ¿Cuántas personas no piensan de vez en cuando en hacer algo, para que a alguien le remuerda la conciencia y sienta algo de celos? Es cierto que puede tacharse de inmaduro un comportamiento así, pero a veces, es una manera de reclamar un poco de atención; o por lo menos, de comprobar que ya no se está en la monotonía de la relación en la que hay tanta seguridad que se siente culpa de pensar que el otro pueda cometer algún error que por lo menos cause una discusión.

Aparte de eso, también es cierto que a las mujeres les agrada tener un poco de drama en su vida sentimental. No en vano muchos hombres dicen que no hay que ser muy buenos con ellas porque así logran más que tratándolas del todo bien. No es que sea muy defensora de esto, pero existe una que otra que encaja en esta teoría. Es verdad que las mujeres somos más problemáticas, de ahí el termino ‘cuaima’ para definirnos en algunos casos. Yo me considero una, y de las buenas, sin pena ni nada; quizá muy joven para afirmarlo, pero lo suficientemente segura como para sentirlo. Las hay peores, desde luego, pero lo que me hace a mi entrar en esta categoría, no es tanto lo ‘difícil’ sino, los celos.

No sé si considerar el ser así un defecto o una virtud. Tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. No soy celosa en extremo, pero, lo que es mío, es mío y cuidado el que quiera meterse con eso. Desde pequeña soy así, no sé si serán los genes, los astros o que, pero en todo este tiempo he aprendido a lidiar con ellos. A demostrarlos cuando se debe y a ocultarlos cuando su presencia no es oportuna; a controlarlos para no caer en la paranoia. Porque sí, es cierto que de vez en cuando es bueno sentirlos y es bueno que el otro también los demuestre; pero de ahí a que se conviertan en obsesión y condicionen tu vida, hay un largo trecho.

Como dicen por ahí, todo es bueno, siempre y cuando no se abuse de ello. Hay que ser equilibrados: bienvenidos sean los momentos en que reina la confianza y la tranquilidad; pero, también séanlo los momentos de discordia, auspiciados muchas veces por los ‘benditos’ celos, que hacen dudar a una de la amiga, la secretaria, la compañera de trabajo y de todo ser femenino que rodee al ser masculino. Nosotras, aprendamos a controlarnos un poco, no dejemos que la desconfianza nos gane la partida; ustedes, entiendan que, en mayor o menor cantidad, nuestras dudas son parte de una naturaleza que nos sobrepasa, simplemente traten de no dar pie a ellas. Ambos, aprendamos a no caer en excesos.

Mi hermano mayor.

Te extraño cacun.

Cayoning

Canyoning (known as canyoneering in the U.S.) is traveling in canyons using a variety of techniques that may include walking, scrambling, climbing, jumping, abseiling, and/or swimming.

Skydiving.

La mejor sensación del mundo, sin duda alguna.

oops

ok.. quiero hacer una aclaratoria impresionante se que se escribe con s, error de tipeo.. jejeje

Una de tantas marchas...


Marcha...

Viaje de mochilera


Esta foto es de un viaje que hice de mochilera el verano pasado. Es el rio Danubio que separa a Budapest

Galipán


Galipán en la tarde. Es imprecionante lo bella que es el Ávila y como uno no lo aprecia, uno se acostumbra a ella.

Cuando era chamo



Cuandoerachamo.com es un blog colectivo que recopila información de todas las cosas emblemáticas de las décadas de los setenta, ochenta y principios de los noventa.
En esta página encontrarán información comiquitas y series de televisión, peliculas, juguetes, libros, revistas y álbumes de barajitas, música, chucherías y comerciales que marcaron la pauta en su momento.

Así que si quieren conocer cuáles eran los programas que veían sus papás, cómo se lucían Los Simpsons en sus inicios, o mirar un capítulo de Los Gomositos, no dejen de vistitar esta página. En verdad no tiene desperdicio.

lunes, 7 de enero de 2008

Travesía en el Metro


¿Quién no ha tenido que usar alguna vez el Metro de Caracas?, sea porque el carro está en el taller, porque está apurado y no puede estar metido en una cola, algo tan típico en esta ciudad, que cada día parece más un estacionamiento, o porque simplemente no le queda de otra que ser un usuario más de este medio de transporte público.

Pues entonces sabrá muy bien que es toda una experiencia, sobre todo en las llamadas “horas pico”, en donde tiene que esperar y dejar pasar uno o dos vagones porque están repletos de gente y no cabe un alma más. Cuando al fin logra entrar en el vagón tiene que hacer alarde de sus habilidades de estiramiento para ver si puede mantenerse en pie y a la vez tratar de sostenerse de los agarraderos, si es que consigue alguno, porque lo más probable es que tenga que estar de pie manteniendo el equilibrio, aunque con la cantidad de personas que se encuentran a su alrededor pronto descubrirá que no tiene que agarrarse de nada, ya que estará comprimido en medio de la multitud. Bien, por lo menos sabe que no terminará en el otro extremo del vagón a causa de una de las “frenaditas” por parte del conductor.

Ha llegado a su estación luego de soportar varios minutos de sofocante calor, porque precisamente en ese vagón estaba dañado el aire acondicionado, de ciertos olores poco agradables y del reggaeton a todo volumen proveniente del celular de otro usuario que al parecer cree que todos comparten su gusto musical.

No se preocupe por tratar de acercarse a alguna puerta para poder salir, así como entró, asimismo sale; y es que no entró, lo metieron, y tampoco va a salir, lo van a sacar.
Sólo aproxímese un tanto a alguna puerta y verá como en cuestión de segundos estará fuera del vagón gracias a la amable ayuda de otros usuarios. Asegúrese de sostener bien sus pertenencias y de no separarse de la multitud, pues el grupo que espera por entrar, y que no entiende aquello de “Dejar salir es entrar más rápido”, embestirá contra usted y probablemente su salida no sea tan fácil y pueda llevarse unos cuantos codazos, empujones y algún saludo para su mamá.

Ha logrado salir del vagón, se dirige hacia los torniquetes por las escaleras mecánicas que probablemente estén dañadas, entonces le toca subir como si fueran escaleras normales, pero al fin ha llegado; si no tiene que comprar un ticket ha sido afortunado porque es casi seguro que en la única ventanilla que está abierta haya una larga cola para la compra de un ticket porque las máquinas que trabajan tan sólo con monedas se encuentran dañadas.

Espera su turno para pasar por los torniquetes, hay seis pero justamente a esa hora sólo funciona uno de ellos; por otra parte un usuario tiene diez tickets y está seguro que a uno de ellos aún le quedan viajes y los va insertando uno por uno, usted sigue esperando hasta que por fin logra salir de la estación.
Probablemente al día siguiente le toque pasar por lo mismo, quizá el carro ya esté listo para sacar del taller pero se le haga tarde y tenga que recurrir al metro para evitarse una cola y si espera algo distinto al día anterior, no guarde muchas esperanzas porque puede que precisamente ese día alguien se lance al metro, haya retraso y así la odisea se triplique. Bienvenido al Metro de Caracas.

Otra foto más

Este es mi perro Bailey. Esta foto la tomé cuando estaba haciendo lo que mas le gustaba hacer, dormir. Desafortunadamente murió un tiempo después de envenenamiento por un pedazo de carne que alguien lanzó al jardín. Todos sabemos lo importante que se convierte una mascota para nosotros, nos brindan compañía y buenos momentos y supongo que me gusta tanto porque es la última foto que logré tomarle.

¿Auténticamente Bella?

Hoy en día, en este mundo globalizado, la publicidad, la moda y la cultura imponen unos estándares de belleza, sobre todo femenina.

Se ha llegado a un punto en el que tener las medias perfectas, un cuerpo esbelto y despampanante es una obsesión. ¿Qué se nos muestra en la televisión? Mujeres de cuerpos perfectos, luciendo atractivos trajes de baño, sonrientes; pareciera que la vida es perfecta para ellas.
¿Es que acaso sólo las bellas pueden disfrutar de las cosas buenas de la vida?

Pero esa es la imagen que se nos vende y, queramos o no, eso cala en nuestro inconciente; así un día de shopping puede terminar frustrando a una mujer que desea comprar unos pantalones,
pero que no está “en línea” como para lucirlos.

Ahora, al buscar empleo, en casi todos los anuncios encontramos la frase “Buena presencia”
y como bien sabemos esa frase quiere decir que entre una muchacha con un currículum vitae impresionante pero que no está precisamente “bien dotada”, y una de medidas 90-60-90, la que muy probablemente obtendrá el puesto de trabajo será la segunda.

Es que hoy en día se da mucha importancia a la apariencia, y es totalmente válido ya que “la primera impresión es la que cuenta” pero existe una diferencia entre una imagen presentable y bien cuidada y la obsesión por tener un cuerpo perfecto, llegando a intervenciones quirúrgicas que pongan en riesgo la salud, dietas extremas e incluso la anorexia, tan común entre adolescentes, jóvenes e incluso mujeres adultas.

A mi parecer “hacerse unos arreglitos” con ayuda de la cirugía plástica es hoy algo bastante común y que no presenta un alto riesgo, pero cuando se pasa de los “arreglitos” a una completa transformación, el cuerpo no puede ser el mismo de antes, evidentemente, y a posteriori se pueden presentar consecuencias que perjudican la salud.

Hay quienes se sienten cómodas con esta situación, desean ponerse un poquito más de esto y de lo otro, y están en toda la libertad de hacerlo; lamentablemente esto es lo que exige la sociedad actual, la mujer se va convirtiendo en una especie de producto, con una belleza prefabricada.

Lo que trato de transmitir es la idea de autenticidad, de aceptarnos cómo somos, de lucir bellas de manera natural, con ejercicios y una vida sana, pues quien se siente bella por dentro, quien se ama a si misma, luce bella también por fuera. Una belleza que “se siente y transmite” y que puede llegar a impactar mucho más que un cuerpo perfecto.

Y la Frase Célebre ganadora del 2007 es...


El 2007 culminó y con él, como cada año, surgieron frases de ciertos personajes políticos que vale la pena recordar porque nos hicieron reir, llorar y comentar por la "gracia" de su contenido. Es que si algo tiene la revolución es su infinita capacidad para producir genialidades que parecen sacadas de un libro de humor profesional.

Veamos algunas de ellas empezando por el derrotado del 2D, Hugo Chavez, Presidente de esta República y saquen ustedes sus conclusiones acerca de cuál debería ser la ganadora:

"Los municipios más inseguros son Baruta, Chacao y El Hatillo"
"La oposición contrata sicarios para asesinar a los conductores de busetas"
"Menos mal que no escuché al Rey. No sé cómo hubiera reaccionado"
"Podemos cambiar la factura petrolera y que nos paguen con bienes y servicios".
"En 2008 habrá crecimiento con inflación moderada"
"Los jalamecates deben salir de la revolución"
"Voy a almorzar con Fidel"
Y la ganadora de varios Titulares de primera plana: "El triunfo de la oposición es una mier..." "...Una victoria pírrica"
"Casi nadie ve TVes a mi me duele decirlo, pero aqui tengo los reportes"


Relacionada a el triunfo de mier... y dicha por uno de sus servidores Ministros tambien le sigue:
"Si García Márquez lo escribió no me van a decir que al jefe le quedó bello".

Como respuesta a la frase de la inutilidad de TVes su presidenta, Lil Rodriguez, que ahora en el 2008 está estrenando nuevo cargo, dijo:
"Lo que dijo el Presidente Chávez no me dolería si no tuviese sangre en las venas"

Una de las tantas que marcaron pauta y una de mis preferidas para ser la ganadora, fue la de el ministro del P.P para la Educación Superior, Luis Acuña cuando dijo:
"Alejandro Sanz no canta en el Poliedro simplemente porque no" (aplausos)

Esta frase desató otras frases hasta del mismo Alejandro Sanz quien dijo:
"Voy a ir, voy a cantar y, si no quiere Chavez que cante, me tendra que hechar" y "Chavez Sucks" en el mensaje que contenia escrito una camisa que presento durante su concierto en Miami. Hasta Jorge Drexler que estuvo aqui recientemente, dijo: "Ojala que no me pase como a Alejandro Sanz y pueda volver a cantar en Venezuela"

Seguro me faltaron unas cuantas porque surgen más frases célebres que litros de leche diarios, pero los invito a que completen la lista para asi poder elegir la fabulosa ganadora del 2007 y darnos cuenta de la Ignorancia que nos rodea para no salir diciendo por ahi, como Jose Vicente Rangel con su frase triunfadora pírrica en años anteriores: "aqui todo está normal"

domingo, 6 de enero de 2008

leyes absurdas


Si creías que las leyes venezolanas eran las más estúpidas en todo el universo , aqui hay otras más absurdas :

ESTADOS UNIDOS

En Michigan no se permite a una mujer que se corte el pelo sin la aprobación de su marido.

De acuerdo con las leyes del estado de Kentucky, cada persona debe bañarse al menos una vez al año.

En Blythe, California, una ordenanza declara que una persona debe poseer al menos dos vacas para poder llevar botas de cowboy en público.

En Indiana el valor de PI es 4 y no 3.1415...

En New York,la pena por saltar de un edificio es la muerte.

La Enciclopedia Británica está prohibida en Texas porque contiene un fórmula para hacer la cerveza en su propia casa.

En Lexington, Kentucky, es ilegal llevar un cono de helado en el bolsillo

En Denver es ilegal prestar la aspiradora al vecino.

En Menphis, Tennesee, es ilegal que una mujer conduzca un coche a menos que haya un hombre ya sea corriendo o andando delante de ella agitando una bandera roja para avisar a los motoristas y peatones que se acercan.

Según la ley de Texas, cuando dos trenes se juntan en un cruce de vías, ambos deben parar completamente, y ninguno debe seguir adelante hasta que el otro se haya ido.

Es ilegal en Wilbur, Washington, montar un caballo feo.

La ley de Kansas obliga a los peatones que crucen las autopistas por la noche a que lleven luces de cola.

La ley de Kirkland, Illinois, prohíbe a las abejas volar sobre el pueblo o por cualquiera de sus calles.

A los menores de Kansas City, Missouri, no se les permite comprar pistolas de juguete; sin embargo pueden comprarlas de verdad.

La ley de New Hampshire prohíbe dar golpecitos con los pies o mover la cabeza o de cualquier forma seguir el ritmo a la música en una taberna, restaurante o cafetería

En Tulsa, Oklahoma, va contra la ley abrir una botella de soda sin la supervisión de un ingeniero con título.

Va contra la ley que un monstruo entre en los limites de Urbana, Illinois.

El río de Arkansas no puede crecer más alto que el puente de Main Street de Little Rock.

La ley del Estado de Pennsylvania prohíbe cantar en la ducha.

Hay una ley del Estado de Massachusetts obligando a los perros a llevar las patas traseras atadas durante el mes de abril.

La ley de Virginia prohíbe tener una bañera en casa; debe estar en el jardín.

En Alaska aunque es legal el disparar a un oso, despertarlo para sacarle una foto está prohibido.

En Arizona es ilegal rechazar un vaso de agua que te ofrezcan.

En Arkansas un hombre puede pegarle a su mujer, pero sólo una vez al mes.

En Florida si un elefante es atado a un parquímetro, la tasa de parking debe ser la misma que si fuese un vehículo.

En Idaho no se puede pescar montado en camello.

En Illinois te pueden arrestar por vagancia si no llevas al menos un dólar.

En Iowa un hombre con bigote no puede besar a una mujer en público. Por otro lado, un beso no puede durar mas de cinco minutos.

Cualquier abeja que entre al estado de Kentucky debe poseer un certificado medico que verifique que esta libre de enfermedad.

En Louisiana es ilegal robar un banco y después disparar al cajero con una pistola de agua.

En Ohio está prohibido que mas de cinco mujeres vivan solas en una casa. También es ilegal pescar ballenas en domingo.

En Carolina del Sur no se pueden vender instrumentos musicales en domingo.

En Tennesse los ateos no pueden tener un trabajo público. También está prohibido conducir dormido.

En Washington es ilegal fingir que tus padres son ricos.

Mulholland Drive


Hay muchas formas de disfrutar una película:algunas pueden hacerte reír,otras hacerte pensar, algunas sentir, y otras simplemente distraerte un rato.Pero hay películas como Mulholland Drive que se adentran en tus sentidos y te invitan a jugar con tu mente,no hay respuestas, no hay secuencias, no hay explicaciones.Es una invitación a dejar que el ello tome el control de ser y deje que las impresiones le den sentido a la trama.

Mulholland Drive es una cinta del director norteamericano David Lynch. Cuenta la historia de un accidente en carro en la carretera hacia Mulholland Driver de Los Ángeles.Una mujer medio inconsciente se oculta en una casa. Betty, la sobrina de la propietaria, una aspirante a actriz recién llegada a Hollywood, la encontrará totalmente amnésica y decide ayudarla. En el bolso de la desconocida encuentran una llave azul y varios fajos de billetes. El recuerdo de un nombre, Diane Selwyn, las ayudará en el intento de averiguar la identidad de la misteriosa mujer.

Esa es la sinopsis, pero al empezar a ver la película, descubres que armar toda la cadena de acontecimientos no es tan fácil. David Lynch, reconocido por su amor al surrealismo , hace que muchas secuencias parezcan sueños o alucinaciones, aparentemente irreales , pero que al dedicar tiempo y análisis van cobrando sentido en la historia.El ambiente siempre sombrío , lujurioso y misterioso ,crea esa atmósfera de thriller , te mantiene tenso y a la espectativa de algún nuevo acontecimiento.Su amor por los crímenes amorosos y por las mujeres hace recordar a cualquier novela policíaca.

Al final ,todas las imágenes y minihistorias que se ven en la película son como una pieza de rompecabezas,al que hay que dedicar cierto tiempo y contentración para armar completo.Aunque quien sabe, quizás sea mejor no entenderla y solamente disfrutarla.

Aquí hay algunos links :

http://www.mulholland-drive.net/

http://www.davidlynch.es/