viernes, 28 de diciembre de 2007

Llenando el arbolito de regalos...

Como todo buen ser humano (consumista) que somos nosotros los venezolanos la época navideña, aparte de ser un momento de reencuentro familiar, de compartir, de celebrar y disfrutar con aquellos seres que nos son especiales,pues también es el momento de regalar (a otros y a nosotros mismos) pequeños detalles cuyo fin es el de mostrar de forma tangible lo que no lo es, nuestro cariño hacia los demás (y hacia nosotros mismos, pues aparentemente es un momento de "autoregalarse" y satisfacer aquellos caprichitos sin sentirnos tan culpables). El regalar y por ende el comprar, es una actividad que a muchos (por no decir a todos) entretiene y divierte, ir de tienda en tienda, de vitrina en vitrina, buscando los diferentes artefactos que nos gusten y satisfagan nuestras necesidades y deseos, se supone que es un momento para pasear e inclusive relajarse recorriendo los centros comerciales de nuestro país, hasta aquí todo bien, todo tiene sentido. Muchos de ustedes habrán escogido como lugar para hacer estas comprar decembrinas el famosísimo Centro Comercial Sambil, que ahora más que un centro comercial, parece un mercado popular, de las pulgas, o algunos de esto sitios donde es normal conseguir grandes y abrumadoras cantidades de personas, corriendo de un lugar a otros cargando decenas de bolsas, tropezándose unos a otros, escogiendo productos sin ton ni son, discutiendo precios, etc... Sencillamente se convirtió en un caos, pasear ya no es una opción, es un privilegio, casi un milagro; la cantidad de gente es inconmensurable, las colas para pagar son inverosímiles (tan grandes como los precios de los productos, que sin importar el costo siguen siendo adquiridos por muchos), conseguir un probador de ropa vacío es un regalo divino, no hay mesa desocupada en la feria, mucho menos un puesto libre en el estacionamiento (tan pobremente señalizado como las calles de nuestra ciudad), en fin, ir a "pasear" al Sambil, es más una aventura que un esparcimiento, hay que cargarse de paciencia para no discutir con cada mal entrenado vendedor que es contratado por cada gerente que ya no se da abasto entre el efectivo, las tarjetas de débito, las de crédito y la alarma de la tienda que jamás deja de emitir su inconfundible pitito que ya no informa si en realidad algo ha sido ilegalmente sustraído de la tienda, si no que aturde cada vez que un accesorio metálico cruza su visor láser, pues si, comprar ahora es una travesía digna de ser narrada por Julio Verne.

Comprar en un centro comercial era la respuesta perfecta para la falta de comodidad y seguridad que se vive en las calles de nuestro país, pero ya ni ésto se consigue en estos establecimientos, porque ya todos hemos oídos las diferentes historias de como al entrar al baño, o en el desorden de las escaleras mecánicas (que varias veces lo "mecánico" brilla por su ausencia) son arrancadas bolsas de las manos del ansioso comprador, y, claro, dónde queda la comodidad si nos toma más tiempo hacer las infinitas colas para pagar, que el proceso mismo de entregar el dinero y recibir el producto a cambio.

Comprar en el centro comercial ahora es un proceso que necesita estudio, análisis previo y determinación, pues el pasar horas recorriendo tiendas para pasar a hacer largas colas, caminar por pasillos abarrotados de gente desesperada pues aun le falta el regalito para la tía de Puerto Ordaz,no es cosa fácil, ni de un sólo día...es un proceso largo...llenar el arbolito de regalos es...un proceso largo.

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