Ser diferente es ser normal
Vivimos en una sociedad de cambios que se ve influenciada por los acontecimientos de otros lugares del mundo, ya que estamos en un proceso de globalización. Como producto de esto, vemos cada vez a mas personas con inclinaciones y gustos diferentes a los nuestros, citando a los chicos que se visten como si vivieran en el frío europeo, los vegetarianos que aman el tófu, y aquellas señoras que leen y practican el Torah pero llevan a sus hijos a escuelas católicas. Asimismo, hemos visto el aumento de las personas que tienen tendencias homosexuales, y más aún, ya se nos hace cotidiano ver parejas del mismo sexo constituidas y tratando de formar un hogar.
Como consecuencia, se ha legalizado en varios países —Bélgica, Holanda y más recientemente España— el matrimonio entre personas homosexuales. Esto, como muchos otros temas de la actualidad, está causando una polémica entre los que apoyan esta situación, y otras naciones, conjuntamente con la iglesia católica, que ven esta legalización como un desvío de la sociedad y como una degeneración directa e indirecta de esta sociedad.
En primera instancia, no podemos considerar a los homosexuales como enfermos o desviados: la homosexualidad dejó de considerarse una enfermedad a principios de los años 70, tanto por la Organización Mundial de la Salud como por la Academia Americana de Psicología. Son simplemente personas que gustan de compartir relaciones amorosas, y en muchos casos, sexuales con personas del mismo sexo; lo cual representa sin duda una condición de vida, donde estas personas deciden vivir, sentir y pensar de la misma forma que un heterosexual.
Legalizar esta medida no es degenerar a la sociedad, pues el hecho de no aceptar que se unan en matrimonio, no extinguiría a estas personas; la homosexualidad existirá en igual o mayor grado de la que vemos ahora, y queramos o no tenemos que convivir con ello, sin excluirlos o discriminarlos.
Es importante señalar la declaración de los derechos humanos, según la cual, todos, además de tener derecho a vivir dignamente, tenemos libertad de acción y decisión. Con esto se refuerza el hecho de que debemos aceptar esta ley y dejar ser y realizarse como persona, a muchos a quienes se les ha cohibido y excluido dentro de la sociedad, por su preferencia o gusto sexual.
La iglesia católica se ha mantenido firme en su posición de no aceptar estas uniones, guiándose por sus dogmas de la unión entre hombre y mujer para procrear. También, la iglesia debería guiarse por los principios de respeto e igualdad de trato a todos, así sean, según la sociedad, “enfermos” o “desviados”. ¿Acaso Jesús no nos mandaba a ayudar al leproso, a dar de comer al hambriento y servir a quién fuera, no importando su condición? Lo escuché hace poco en la homilía. Siendo esto cierto, ¿por qué entonces no se respetan las decisiones de los demás? No digo que santifiquen las uniones homosexuales, pero no las llamen aberraciones de la naturaleza.
El punto de la “normalidad” siempre ha sido un tema de discusión. La sociedad es el instrumento con que se crea el “patrón” de normalidad, quiero decir, los cambios sociales van coadyuvando a tener modelos de situaciones normales y no tan normales. Desde el punto de vista sociológico esto se entiende desde el tema de la Desviación Social, en el que se considera que toda actitud que se considere desviada viene condicionada por lo que piensen los demás de esa actitud; la sociedad juega un papel fundamental en lo que nosotros podamos sentir qué es normal y qué no lo es.
Es así como ya no vemos normal que alguien sea condenado a la hoguera por leer las cartas del tarot, o que las mujeres no tengan derecho de expresión publica en algunos países orientales. Si es un hecho que cada vez hay mas parejas homosexuales dispuestas a formar hogares y adoptar niños para brindarles amor y sustento, ¿por qué no considerarlo normal?
Ser diferente es ser normal. Una frase un poco contradictoria para quien la quiera ver así. Pero no todos tenemos los mismos gustos, y siempre se evidencia una minoría que no debe ser considerada anormal.
Algunos —como el Estado, familias conservadoras y otras instituciones— defienden el matrimonio heterosexual como una institución que permite la perdurabilidad de la especie y su desarrollo integral dentro de la sociedad, además de por la tradición histórica del matrimonio como institución hombre-mujer; pero también siempre han puesto restricciones al matrimonio, por eso en algunas sociedades un hombre no puede casarse con varias mujeres o viceversa, ni con su padre, madre o con un niño.
Esto es refutable partiendo de los argumentos de la evolución de la sociedad y de sus consecuencias; pues éstas relaciones se han ido manifestando con mayor intensidad desde hace unas pocas décadas, y se habla de matrimonio gay hace aproximadamente cuatro o cinco años. Todo esto nos indica que las tradiciones se han ido sustituyendo a lo largo del tiempo, y esta situación es solo otro ejemplo, pero mucho más polémico y que no nos concierne mucho acá.
Con respecto a la procreación y el desarrollo de las nuevas generaciones, hay muchas parejas gays que quieren adoptar niños para darles amor y sustento. Esto no debe verse como un peligro psicológico para el niño adoptado, pues todas las parejas tienen problemas y deben superarlos, sin importar la preferencia sexual.
Un estudio realizado en España concluyó que los hijos que crecen en el seno de hogares de homosexuales, poseen un correcto desarrollo personal y buena salud mental. El estudio señala que la orientación sexual de los padres no influye en la de los hijos y que lo determinante no es el tipo de familia sino la calidad de la vida familiar.
Una cosa son las prácticas sexuales de los ciudadanos y otra muy distinta la familia y la educación de los hijos. La singularidad social del matrimonio surge de su capacidad de tener y formar la descendencia y es por ello que el matrimonio requiere protección legal.
Es importante señalar que ser homosexual no es síntoma de ser un depravado o promiscuo, no se puede negar que los haya, pero éstos son precisamente los que salen a marchar y protestar sin tener una intención de legalizarse y adoptar. Además, los trámites de adopción vienen dados por seguimientos a los futuros padres para constatar que sean capaces de educar a un niño. Por lo tanto, lo que debería hacer el Estado es tramitar las adopciones de una manera centrada y conciente.
Con respecto a las reacciones de la sociedad y sus posibles repercusiones, la solución está en re-educarnos en valores y de igual manera a los niños, dejando atrás la homofobia y el rechazo que nos ha caracterizado.
Luego de exponer argumentos de parte y parte, sólo nos queda reflexionar, interiorizar y preguntarnos: ¿valdrá la pena negarle la felicidad a estas personas que piden un acto de justicia? ¿Será una catástrofe si lo aceptamos? ¿Por qué no aceptar la realidad de los demás?
La decisión queda a su juicio, libres como todo ser humano de pensar y decidir, pero les digo: Ser diferente es ser normal.
viernes, 28 de diciembre de 2007
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