lunes, 7 de enero de 2008

Travesía en el Metro


¿Quién no ha tenido que usar alguna vez el Metro de Caracas?, sea porque el carro está en el taller, porque está apurado y no puede estar metido en una cola, algo tan típico en esta ciudad, que cada día parece más un estacionamiento, o porque simplemente no le queda de otra que ser un usuario más de este medio de transporte público.

Pues entonces sabrá muy bien que es toda una experiencia, sobre todo en las llamadas “horas pico”, en donde tiene que esperar y dejar pasar uno o dos vagones porque están repletos de gente y no cabe un alma más. Cuando al fin logra entrar en el vagón tiene que hacer alarde de sus habilidades de estiramiento para ver si puede mantenerse en pie y a la vez tratar de sostenerse de los agarraderos, si es que consigue alguno, porque lo más probable es que tenga que estar de pie manteniendo el equilibrio, aunque con la cantidad de personas que se encuentran a su alrededor pronto descubrirá que no tiene que agarrarse de nada, ya que estará comprimido en medio de la multitud. Bien, por lo menos sabe que no terminará en el otro extremo del vagón a causa de una de las “frenaditas” por parte del conductor.

Ha llegado a su estación luego de soportar varios minutos de sofocante calor, porque precisamente en ese vagón estaba dañado el aire acondicionado, de ciertos olores poco agradables y del reggaeton a todo volumen proveniente del celular de otro usuario que al parecer cree que todos comparten su gusto musical.

No se preocupe por tratar de acercarse a alguna puerta para poder salir, así como entró, asimismo sale; y es que no entró, lo metieron, y tampoco va a salir, lo van a sacar.
Sólo aproxímese un tanto a alguna puerta y verá como en cuestión de segundos estará fuera del vagón gracias a la amable ayuda de otros usuarios. Asegúrese de sostener bien sus pertenencias y de no separarse de la multitud, pues el grupo que espera por entrar, y que no entiende aquello de “Dejar salir es entrar más rápido”, embestirá contra usted y probablemente su salida no sea tan fácil y pueda llevarse unos cuantos codazos, empujones y algún saludo para su mamá.

Ha logrado salir del vagón, se dirige hacia los torniquetes por las escaleras mecánicas que probablemente estén dañadas, entonces le toca subir como si fueran escaleras normales, pero al fin ha llegado; si no tiene que comprar un ticket ha sido afortunado porque es casi seguro que en la única ventanilla que está abierta haya una larga cola para la compra de un ticket porque las máquinas que trabajan tan sólo con monedas se encuentran dañadas.

Espera su turno para pasar por los torniquetes, hay seis pero justamente a esa hora sólo funciona uno de ellos; por otra parte un usuario tiene diez tickets y está seguro que a uno de ellos aún le quedan viajes y los va insertando uno por uno, usted sigue esperando hasta que por fin logra salir de la estación.
Probablemente al día siguiente le toque pasar por lo mismo, quizá el carro ya esté listo para sacar del taller pero se le haga tarde y tenga que recurrir al metro para evitarse una cola y si espera algo distinto al día anterior, no guarde muchas esperanzas porque puede que precisamente ese día alguien se lance al metro, haya retraso y así la odisea se triplique. Bienvenido al Metro de Caracas.

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