Según el diccionario de la Real Academia Española, se entiende por discriminación al hecho de “dar trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, etc.”
Desde Grecia, donde se llamaban Bárbaros a los extranjeros, hasta Venezuela, donde somos capaces de distinguir y juzgar a cualquier individuo extraño que se acerque a nosotros, existe la discriminación. Por el simple hecho de tener un tono de voz diferente, o por poseer rasgos en el rostro poco comunes, somos capaces de realizar miradas extrañas o llevar a cabo actos agresivos para dar a entender que es lo que “debería de ser” igual para todos.
¿Por qué engañarnos ante una realidad que está frente a nuestros ojos?, a mi parecer considero que si hay discriminación en nuestro país, por el color de piel (racismo), por el comportamiento social, por la apariencia física, clase social, preferencia política, discapacidades, procedencia (rural o urbana, nacional o extranjera), padecer enfermedades graves y muchas más. Son variados los casos que se han visto. El no poder entrar a un local caraqueño, por ejemplo, por no tener el color de piel indicado, u “oscurito” como dirían muchos, que homosexuales sean arrestados, golpeados, expulsados de sus lugares de estudio e incluso negarles un empleo o una entrada de cine, llegar a actos vandálicos por alguna preferencia política o hasta por la afición a algún equipo de béisbol. De todo puede ocurrir, está demostrado. Las experiencias hablan por sí solas.
El problema no es de uno, el problema es de todos. No debemos guiarnos por estereotipos o prejuicios que hasta los mismos medios de comunicación se encargan de recalcar. Es difícil, y creo que hasta imposible, pero a mi parecer debemos adoptar nuevas maneras de pensar; no dejarnos llevar por las apariencias, que muchas veces engañan, sino ir siempre más allá.
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