martes, 8 de enero de 2008

De los celos a la paranoia

Tendría que comenzar diciendo que esto de los celos no sólo es una manera de sentir un miedo o de demostrar algo, muchas veces se convierte en una forma de vida.

Muchos afirman que los celos son muestra de inseguridad o también de falta de confianza dentro de una relación. Pero particularmente pienso que, en cierta medida, son una manera de demostrar cuanto te importa la otra persona. Es mentira que a uno le da igual que su pareja demuestre o no, lo que le preocupa de lo que el otro puede llegar a hacer ¿Cuántas personas no piensan de vez en cuando en hacer algo, para que a alguien le remuerda la conciencia y sienta algo de celos? Es cierto que puede tacharse de inmaduro un comportamiento así, pero a veces, es una manera de reclamar un poco de atención; o por lo menos, de comprobar que ya no se está en la monotonía de la relación en la que hay tanta seguridad que se siente culpa de pensar que el otro pueda cometer algún error que por lo menos cause una discusión.

Aparte de eso, también es cierto que a las mujeres les agrada tener un poco de drama en su vida sentimental. No en vano muchos hombres dicen que no hay que ser muy buenos con ellas porque así logran más que tratándolas del todo bien. No es que sea muy defensora de esto, pero existe una que otra que encaja en esta teoría. Es verdad que las mujeres somos más problemáticas, de ahí el termino ‘cuaima’ para definirnos en algunos casos. Yo me considero una, y de las buenas, sin pena ni nada; quizá muy joven para afirmarlo, pero lo suficientemente segura como para sentirlo. Las hay peores, desde luego, pero lo que me hace a mi entrar en esta categoría, no es tanto lo ‘difícil’ sino, los celos.

No sé si considerar el ser así un defecto o una virtud. Tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. No soy celosa en extremo, pero, lo que es mío, es mío y cuidado el que quiera meterse con eso. Desde pequeña soy así, no sé si serán los genes, los astros o que, pero en todo este tiempo he aprendido a lidiar con ellos. A demostrarlos cuando se debe y a ocultarlos cuando su presencia no es oportuna; a controlarlos para no caer en la paranoia. Porque sí, es cierto que de vez en cuando es bueno sentirlos y es bueno que el otro también los demuestre; pero de ahí a que se conviertan en obsesión y condicionen tu vida, hay un largo trecho.

Como dicen por ahí, todo es bueno, siempre y cuando no se abuse de ello. Hay que ser equilibrados: bienvenidos sean los momentos en que reina la confianza y la tranquilidad; pero, también séanlo los momentos de discordia, auspiciados muchas veces por los ‘benditos’ celos, que hacen dudar a una de la amiga, la secretaria, la compañera de trabajo y de todo ser femenino que rodee al ser masculino. Nosotras, aprendamos a controlarnos un poco, no dejemos que la desconfianza nos gane la partida; ustedes, entiendan que, en mayor o menor cantidad, nuestras dudas son parte de una naturaleza que nos sobrepasa, simplemente traten de no dar pie a ellas. Ambos, aprendamos a no caer en excesos.

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