jueves, 3 de enero de 2008

Cuentos mañaneros

Cuentos Mañaneros:
Cosas del día a día que no nos dejan ninguna moraleja, sólo arrechera.

Hoy 29 de diciembre estoy caminando con un bate por el bulevar de Sábana Grande. Estoy aquí por dos motivos: como la mayoría de nosotros, por no decir todos, dejé los regalos “pa después” porque… ¡¿Ustedes vieron como estaba la gente loquísima corriendo por los centros comerciales durante diciembre?! ¡Uy no! No se a ustedes pero a mi me daba miedito meterme en un centro comercial.

Con decirles que un amigo que trabaja en una tiendita de un centro comercial abandonado y olvidado por todo el mundo –incluyéndome, por supuesto- me contaba el otro día que, en fechas normales, de cada 10 personas que entran a ver la tienda, 2 compran, pero estas navidades no fue así; cada persona que entraba se llevaba algo... Mi amigo me contaba con una combinación de miedo y asombro que su tiendita, que nunca había tenido más de 3 personas al mismo tiempo, estaba ahora repleta día y noche de gente, pero no era gente común… estaban como poseídos por el demonio del consumismo. No les importaban las tallas, ni los precios, ni siquiera si la cuestión que llevaban era bonita o fea: ¡Me la llevo!

Analizando en frío la situación pensé: Ni de vaina me voy a meter en ese lío, peeero… aja ¿y los regalos obligatorios del 24 (léase Mamá)? No puedo dejar a la vieja sin nada, ¡Si esa es más buena que el pan! Pero… ¿dónde le voy a conseguir algo hoy, 23 de diciembre? ¡¡¡Nooooooo!!! ¡Un centro comercial nooo por favor, piedad!

Ese día decidí que le iba a regalar un Zippo. Ya le había regalado uno antes pero lo había perdido ¬¬. Entonces se me ocurrió enfrentar todos mis temores y meterme en Plaza las Américas pero no el nuevo, sino el que está casi abandonado –en realidad ese día me di cuenta de que estaBA casi abandonado- y entré en varias tiendas buscando buenos precios y algo bonito pues. Sorprendentemente era posible caminar y no había nadie entrenando Rugby por esos lares. Entré en una tienda y vi un Zippo que me convenció aunque se veía cariñoso: “Señorita, ¿cuánto por el Zippo?”. Me contestó 70.000 Bs.
¡¿WHAAAT?! Por supuesto entré en un estado de shock que no me permitió responderle automática y frenéticamente “¡ME LO LLEVO YA!” y fue ahí donde comenzó todo el trajín… Un mocoso vestido de emo/punk/rock/trasvesti agarró el zippo lo pagó antes de que me diera cuenta y se lo llevó. ¡Así como así! En medio de la impotencia, sólo se me ocurrió tomarle una foto antes de que huyera. Aquí la imagen por si acaso lo reconoce alguien:




Por supuesto, yo no me iba a quedar con esas… El 24 me excusé con mi Mamá y le eché el cuento. Ella entendió. Pero regalarle ese Zippo ya no era una obligación sino una necesidad ¡Estaba picadísima! así que mande a averiguar con mi amigo, el del cuento de más arriba, quién era el mocoso ese y ¡Sorpresa! Es uno de esos rarines que se la pasa interno en el centro comercial. Mi amigo me contó que lo conocía, que se llamaba Victor y que vivía en Sábana Grande. Y esa es la segunda razón por la cuál estoy aquí hoy… Estoy aquí, en el Bulevar, un 29 de diciembre, a las 9am con un bate en la mano porque hoy le voy a regalar un zippo a mi mamá y le voy a regalar al emo un motivo más para deprimirse y llorar, y me regalo a mi misma la satisfacción de haber cumplido con el regalo obligatorio (léase Mamá) y de haberle bateado la panza a un emo.
¡¡Feliz Año!! ¡Salud!

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